logotipo de OALA




Folleto de explicación sobre el Simposio

Declaração Final (Portugés)

Declaration in English

Erklärung (Deut.)

Comunicato finale (Ital.)

Slotverklaring (Holandes)


V° Simposio de la lectura de San Agustín desde América Latina

San Agustín y La Realidad Política-Económica de América Latina


DECLARACIÓN FINAL


Desde el 26 al 31 de enero de 1998 en el distrito de Santa Rosa, próximo a la ciudad de Lima (Perú), un grupo de agustinos de distintos países de América Latina nos hemos reunido en el V Simposio para una relectura del pensamiento de san Agustín desde América Latina.

Si en el IV Simposio, realizado en Sao Paulo (Brasil) en 1995 compartimos con Agustín las angustias de un medio ambiente maltratado y deteriorado, hoy hemos profundizado la escandalosa realidad político-económica, donde una brecha creciente separa a multitudes de hermanos que sufren la pobreza crítica y extrema, de una minoría que ha ido acumulando riquezas hasta extremos inaceptables. Hemos penetrado en el sistema neoliberal que ha abandonado la economía a las leyes del mercado, que excluye a la persona o lo deja reducida a mero instrumento al servicio del crecimiento económico.

 

Los pobres de las bienaventuranzas, los privilegiados del Reino, de nuevo han constituido para nosotros, como para nuestro padre Agustín en su tiempo, un termómetro a nuestra fe, una interpelación a nuestro modo de vivir el compromiso evangélico y de consagrados, y una llamada a contemplar activamente los valores del universo que nos rodea; la visión de las diferentes expresiones de pobreza y la humanidad sangrada ha constituido en este encuentro una señal de alarma y de conversión personal y comunitaria.

A. Identificamos y denunciamos algunos elementos desestructuradores de la vida que son base de la cultura de muerte:

En el orden Económico

Un mundo globalizado, donde impera el modelo neoliberal que genera un crecimiento económico deshumanizado, orientado hacia el beneficio de los países ricos, y la exclusión de toda participación activa de los países pobres, ocasionando - en los países pobres - un desorden a todo nivel, como grandes movimientos migratorios internos, una brecha creciente entre ricos y pobres y una impagable deuda externa.

Un crecimiento económico con un desempleo estructural en niveles muy altos, incluso en países desarrollados, donde la mano de obra es sustituida por tecnologías de punta que incrementan la producción y las utilidades.

Exclusión en diferentes órdenes: cultural, intelectual, racial, y por género; exclusión de los servicios de salud, de protección a la vida y al respeto de los derechos, producto de las desigualdades sociales y económicas imperantes.

En el orden Ético - Cultural

Condiciones de pobreza que producen un caos y deterioro de la calidad de vida - desintegración del núcleo familiar, imposibilidad de una educación básica, de una atención mínima a los servicios de salud; falta de vivienda digna y hacinamiento, empobrecimiento alarmante de las inmensas zonas rurales, donde los suelos han quedado improductivos por la emigración a las grandes ciudades - cubriéndolas de violencia delincuencial y de otro índole, derivada de las condiciones de estrechez y agobio en que los pobres tienen que sobrevivir.

Pérdida de los principios éticos y del sentido de la vida y de la verdad, del respeto a los derechos humanos; desprecio de la libertad de las gentes, campañas masivas de esterilización compulsiva, perversos métodos de chantaje y amenaza; impunidad descarada con quienes violaron los derechos humanos; corrupción que se extiende como un cáncer por los tejidos de la sociedad; que generan sociedades con presupuestos individualistas, narcisistas, y de competitividad desleal.

En el orden Político

Desproporción entre la inversión social y los presupuestos cuantiosos que se destinan a la carrera armamentista, sustentada en los conflictos fronterizos que agobian a las mayorías de nuestras sociedades.

La vigencia de formas de gobiernos dictatoriales de orientación populista que evitan toda organización y participación ciudadana y adaptan las leyes a sus propios intereses.

B. Vislumbramos un horizonte de esperanza donde podemos identificar algunos elementos positivos:

La toma de conciencia de la necesidad de un nuevo orden político, económico y social, donde se dé al ser humano su respectivo valor y lugar.

Surgen, a pesar de la miseria, organizaciones en la sociedad civil que levantan la voz a favor de la justicia, los pobres, del medio ambiente, de la vida, de defensa de la mujer, y que sitúan la dignidad del ser humano como principio y fin de todo desarrollo, valorando su infinita capacidad creativa, recibida en el don de la creación.

La multiplicidad de espacios, la diversidad de identidades que cubren nuestra geografía son un reto a la creatividad de quienes aman y quieren su propio mundo, un reto a su esfuerzo, a la solidaridad y la reciprocidad. Los valores de los pueblos de nuestra Latinoamérica vibran aún, a pesar de las condiciones adversas: se mantiene en ellos el calor humano, la solidaridad, la sensibilidad y el respeto a los demás, la capacidad religiosa y de disfrute de la fiesta, a pesar de las mil adversidades del entorno y los desastres de la naturaleza, que, como estos días, han asolado a nuestros países a consecuencia del fenómeno de "El Niño".

C. A través de este Simposio, escuchando la voz del Evangelio a la luz de Agustín, hemos aprendido a valorar algunos principios éticos en contraste con la dura pero esperanzada realidad, teniendo a Cristo como centro y fundador de la justicia, ante todo intento de deshumanización.

El principio de la "caridad social", es decir la prioridad de los bienes comunes sobre los individuales que nos han llevado a entender que los bienes son de todos, haciéndonos solidarios con los excluidos de la sociedad.

El principio del "uti" y el "frui": usar las cosas, gozar de las personas. Cuando se invierten estos términos todo termina siendo objeto de nuestra ambición.

El principio de la "veritas": la transparencia en el ejercicio del poder buscando el bien común y no manipulando la opinión pública como base de una auténtica vida democrática.

El principio de la capacidad de reconocimiento de la culpa o del error cuando nos hemos equivocado. La aceptación humilde de los errores engrandece a la persona y es señal de una salud política en un pueblo. No está reñido este principio con la solidez de un sistema de justicia que no permite impunidad alguna.

La interioridad: como una llamada a tener una actitud contemplativa ante nuestras realidades, sintiendo la presencia de Dios en ellas, y comprometiéndonos en su cambio.

A estos valores se añaden otros estrechamente relacionados con ellos: la paz como fin de toda sociedad sustentada en el principio de la justicia, la paciencia activa, la tolerancia inagotable, la solidaridad, el diálogo, como fuente de comunión de los hijos de Dios; el respeto a la diversidad y la defensa de los excluídos.

D. Nos proponemos:

Crear sistemas abiertos y programas de concientización, capacitación, superación, participación y autoestima en miras a la creación de un nuevo orden político; y desde nuestros centros educativos promover una educación integral.

Promover los medios de comunicación como instrumentos de transmisión de valores éticos que promuevan la dignidad de la persona.

Apoyar y participar de forma activa en las comisiones existentes en nuestra Orden y asociarnos a los movimientos civiles que estén orientados en la promoción de la justicia, paz y defensa de los derechos humanos fundamentales.

Promover y desarrollar la conciencia crítica de la gente de nuestras sociedades, aprovechando todas las estructuras que como agustinos tenemos, fortaleciendo nuestras organizaciones pastorales, nuestro trabajo como educadores, nuestros medios de difusión y formas concretas y creativas de desarrollo alternativo basado en el bienestar humano, la solidaridad y el reparto equitativo de los bienes.

Invitamos a nuestros hermanos de América Latina a que nuestras comunidades aprendan a discernir las señales del Reino en medio de los lugares donde se encuentran, por medio de una activa reflexión sobre lo que el Dios de la vida quiere de nosotros, en la condición de los más débiles, sumidos en la pobreza, y les ayudemos a ser conscientes de la inmensa riqueza que como hijos del Padre y pobladores de los espacios de este Continente tienen sin haberlas descubierto. Las mismas comunidades habrán de constituir estructuras pedagógicas y participativas que contribuyan a generan en su entorno una nueva cultura más participativa que permita mirar con esperanza el nuevo milenio ya próximo.