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!Que Rompa las Cadenas de la Injusticia!

"La deuda no es un problema más.   Es el problema... La deuda externa es como una lápida...que prohibe que el pueblo alcance la resurrección a una vida mejor. Es indispensable que la piedra sea quitada."
Mons. Oscar Andrés Rodríguez
Presidente de CELAM

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Juan Pablo II y la Deuda Externa
Discurso del Papa en la reunión con la delegación de Jubileo 2000
23 de septiembre de 1999

"¿Por qué los avances para resolver el problema de la deuda son tan lentos? ¿Por qué tantas vacilaciones? ¿Por qué tanta dificultad para proporcionar los fondos necesitados, incluso para las propuestas ya acordados? Son los pobres quienes pagan el costo de la indecisión y del retraso."


A solo cien días del comienzo del año 2000, estoy feliz de dar una cálida bienvenida a los líderes y colaboradores de la Campaña de la Deuda Jubileo 2000. Estoy particularmente agradecido por su presencia en la serie de reuniones durante estos días, en el contexto del próximo Gran Jubileo, sobre la pesada carga de la deuda de los países más pobres.

En la Biblia, el Jubileo era una época durante la cual una comunidad entera era llamada a hacer esfuerzos para restaurar la armonía de las relaciones humanas que originalmente Dios había entregado a su creación y que el pecado humano había perjudicado. Era una época para recordar que el mundo que compartimos no es nuestro, sino un regalo del amor de Dios. Como seres humanos, no somos más que los administradores del plan de Dios. Durante el Jubileo, había que retirar las cargas que oprimían y excluían a los más débiles de una sociedad, para que todos pudieran compartir la esperanza de un nuevo comienzo, según el plan de Dios.

El mundo de hoy necesita una experiencia de Jubileo. Hombres, mujeres y niños se ven incapaces de desarrollar el potencial que Dios les ha entregado. La pobreza y las grandes desigualdades se han generalizado, a pesar de los avances científicos, y en vez de estar al servicio de la humanidad, están distribuidos de manera tan injusta que las desigualdades crecen o permanecen iguales.

La Iglesia Católica ve esta situación con mucha preocupación, no porque tenga un modelo de desarrollo técnico que ofrecer, sino porque tiene una visión moral de lo que los individuos y las familias requieren para su bienestar. La Iglesia ha enseñado de manera consistente que hay una "hipoteca social" en toda propiedad privada, un concepto que hoy tiene que ser aplicado también a la "propiedad intelectual" y al "conocimiento". Solamente la ley de la ganancia no puede ser aplicada a lo que es esencial para la lucha contra el hambre, la enfermedad y la pobreza.

La cancelación de la deuda es, por supuesto, solamente una parte de la tarea más grande de luchar contra la pobreza y de asegurar que los habitantes de los países más pobre tengan una porción más grande del banquete de la vida. Los programas de cancelación de la deuda deben ser acompañados por la introducción de políticas económicas sanas y de un buen gobierno. Pero, tan importante como eso (si no lo es más) es que los beneficios que surgen de la cancelación lleguen a la gente más pobre, a través de un marco de inversiones exhaustivo y sostenible en las capacidades humanas, sobretodo en educación y salud. La persona humana es el recurso más valioso de cualquier nación o economía.

La cancelación de la deuda es, sin embargo, urgente. Representa de muchas maneras una precondición para que los países más pobres progresen en su lucha contra la pobreza. Eso es ampliamente reconocido y hay que dar el mérito a todos los que han contribuido a este cambio de dirección. Tenemos que preguntar, sin embargo, ¿por qué los avances para resolver el problema de la deuda son tan lentos? ¿Por qué tantas vacilaciones? ¿Por qué tanta dificultad para proporcionar los fondos necesitados, incluso para las propuestas ya acordados? Son los pobres quienes pagan el costo de la indecisión y del retraso.

Me dirijo a toso los que están involucrados, especialmente las naciones más poderosas, para que no dejen pasar esta oportunidad del Año del Jubileo, sin haber tomado un paso decisivo hacia una resolución definitiva de la crisis de la deuda. Está comúnmente aceptado que eso se puede lograr.

Rezo para que este Año del Jubileo 2000 que conmemora el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, sea realmente un momento de promesa y de esperanza, especialmente para nuestros hermanos y hermanas que siguen sufriendo la pobreza más lamentable en nuestro mundo tan próspero. Juntos podemos lograr mucho, con la ayuda de Dios. Que Dios les bendiga a todos ustedes.