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Los Agustinos Irlandeses en Chone, Ecuador 1977-1992P. Paul G. O'Connor, OSA Cuando el Capítulo Provincial Irlandés aceptó la invitación de la Provincia ecuatoriana de tomar la misión de Chone en 1977, el P. Declan Deasy ya había estado trabajando allí por dos años. De los cuatro asignados a ese lugar, sólo tres llegaron, ya que el P. Declan Gough no podía convencer a su doctor de que lo deje abordar un nuevo campo misionero. Declan Deasy regresó al Ecuador y los Padres Tom Tuomey y Paul O'Connor lo siguieron en el otoño de 1977. No es de sorprender que todas menos una de las ciudades importantes del Ecuador estén situadas en lo alto de los Andes y que éstas se hayan convertido en el foco de desarrollo secular y religioso a través de los siglos. Desde Ibarra en el Norte hasta Cuenca en el Sur, catedrales firmemente construidas han resistido terremotos o han sido reconstruidas después de los mismos. De estas ciudades han salido la mayoría de vocaciones sacerdotales y religiosas. Las zonas bajas de la costa al Oeste y la selva amazónica al Este todavía son, hasta cierto punto, territorios de misión. El Provincial ecuatoriano, P. Aurelio Zárate, su secretario, P. Guillermo Castro, Tom Tuomey y yo viajamos a Chone unos días antes de Navidad, un viaje de casi trescientos kilómetros que lo llevan a uno de las temperadas altitudes de Quito al calor tropical de Chone, a menos de cinco metros sobre el nivel del mar. Quince años después, Chone está bastante cambiado y es difícil recordar lo que era en 1977 cuando, conforme se acercaba la Navidad, comenzamos a instalarnos en nuestros nuevos dominios. Claro está que no había un metro cuadrado de asfalto en la ciudad; nadie podría olvidar eso ya que las lluvias de invierno convertían las calles en verdaderos atolladeros y los hermanos estaban equipados con botas de jebe para ir al correo, al hospital u otra labor pastoral. Era una ciudad que, aún entonces, estaba cambiando rápidamente. Las casas de caña que a menudo tenía vestigios de belleza en sus puertas y ventanas de madera con intrincados trabajos, estaban siendo derrumbadas para construir casas de varios pisos. Era un tiempo de relativa prosperidad; había un buen precio por el cacao y el café; la industria del ganado vacuno estaba floreciendo. El país estaba a punto de retornar a un gobierno democrático y ya había gozado algunos años de prosperidad por el petróleo. Es prácticamente imposible imaginarse lo que debe haber sido Chone cuando, el 17 de octubre de 1937, los agustinos ecuatorianos, P. José Tejada y Cirilo Pozo, se hicieron cargo de la inmensa parroquia. No había una carretera a Quito, ni había caminos permanentes aún dentro de la misma misión. El viaje de Flavio Alfaro a Chone, que hoy en día toma cuarenticinco minutos por carro era en ese entonces un viaje de dos días a caballo. Los dos sacerdotes llegaron por barco desde el gran puerto marítimo de Guayaquil a Bahía de Caráquez, una ciudad distante cincuenta kilómetros de la boca del río Chone. Tampoco estaba muy clara la situación políticoreligiosa. Los agustinos habían sido invitados a Chone por el Vicario General de Portoviejo, Mons. Félix Heredia, jesuita, ya que el Obispo que había sido nombrado en 1908 no fue reconocido por el Gobierno Liberal y no se le permitía ingresar a la diócesis. Se tuvo que esperar la firma del Modus Vivendi entre la Iglesia y el Estado en 1937 para que Portoviejo tenga su cuarto Obispo, Mons. Nicanor Gavilanes, quien tomó posesión de la diócesis en junio de 1938. El 2 de febrero de 1947, Mons. Gavilanes entregó "definitivamente pleno iure et in perpetuum" las 1500 millas cuadradas de impenetrable terreno montañoso a los agustinos. Estos tenían que, por lo menos, proveer tres sacerdotes para atender el área, de la cuál algunas partes ni siquiera tenía dueños formales y podían ser compradas del gobierno a precios nominales. Enormes reclamos se hicieron en esos años por familias de empresarios y ninguna clase de reforma agraria ha sido capaz de cambiar estas desproporcionadas tenencias. Durante los últimos días de 1977, cuando la Provincia Agustina del Ecuador, mediante un acuerdo informal, entregó la administración de la misión a la Provincia Irlandesa, el entonces Obispo de Portoviejo, Mons. Luis Carvajal, parecía feliz de endosar los nuevos comienzos, con la esperanza que más sacerdotes llegasen más tarde, aunque el grupo inicial con las justas llenaba los requisitos del acuerdo de 1947. Parte de nuestro acuerdo informal era que el territorio revertiría a la Provincia ecuatoriana si los irlandeses decidían retirarse de ella. Chone está situada a la mitad de la planicie costera, a unos cincuenta kilómetros del mar, que es colindante con la Diócesis de Portoviejo. La Diócesis tiene una extensión aproximada de 20,000 kilómetros cuadrados y una población aproximada de 1'400,000 que son atendidos por unos noventa sacerdotes y probablemente más de doscientas religiosas. El área Chone/Flavio cubre unos 3,500 km2; tiene una población de 240,000 personas que son atendidas por seis sacerdotes y ocho religiosas misioneras a tiempo completo. Diez religiosas más trabajan en apostolado escolar, hospitalario y social. La gente con la que trabajamos no son indios indígenas sino mestizos gente de sangres mezcladas colonos y agricultores asentados que no tienen las tradiciones de la comunidad ni recuerdos ancestrales que se encuentran en las alturas de los Andes. Es una de las regiones más fértiles de Manabí, con sembríos de cacao, café, maíz, arroz y plátanos; recientemente se están sembrando frutos cítricos para el mercado interno. No debe sorprender que Chone sea una ciudad mercado con largas "pistas", áreas abiertas encementadas donde se secan y mejoran los granos antes de ser exportados desde Guayaquil, el puerto más grande de Ecuador. No hay un refinamiento de los productos; no hay fábricas que puedan dar empleo a la gente joven sólo una interminable compra y venta de todo tipo, desde vendedores de golosinas y cigarrillos en cada esquina, hasta niños que venden gaseosas y moldes de carne hechos en casa, desde campesinos con tres gallinas para vender a comerciantes que se sientan junto a su balanza para recibir cacao, café, maíz y arroz por libras, quintales o camionadas. Es difícil obtener estadísticas precisas sobre la distribución de la riqueza de la tierra; los Padres Vascos en el siguiente condado al nuestro sostienen que en su misión ocho por ciento de la población es dueña del ochenta por ciento de la tierra; en Chone la proporción no es tan drástica. En Flavio Alfaro 3,100 familias tienen granjas de más de cien hectáreas y un diez por ciento de ellos tienen entre 500 y 1,200 hectáreas que prácticamente no deja mucho que compartir entre el resto de los cuarenta mil parroquianos. Esto puede deberse a la naturaleza aislada de vivir en el campo o porque la Iglesia ha tenido más de un siglo de espiritualidad individualista, pero una vida sacramental de aspecto fundamentalmente comunitario que tiene poco significado para nuestra gente. Tradicionalmente el bautismo y confirmación se busca a cualquier precio, más en el sentido de pago completo de membrecía que en sentido de compromiso con la comunidad. Esto no es para negar que haya un deseo de comunidad; todo lo contrario. Por toda nuestra misión hay pequeñas aldeas en crecimiento que se autodenominan "comunas" y escogen nombres muy comunitarios, tales como "La Alianza", "La Unión" sin embargo bajo este crecimiento uno siempre encuentra a alguien con el deseo de ser un "cacique", un hombre poderoso de quien dependen todas las decisiones y a quien los demás dan preferencia. El ser Presidente de la Iglesia o aún catequista son vistos como parte del orden de mando. El resultado, por supuesto, es una no participación y desunión. Es la esperanza de la Nueva Imagen de la Parroquia (NIP) que pequeñas comunidades dinámicas con verdadero compromiso cristiano crezcan y eventualmente reemplacen esta imitación de búsqueda de poder. Portoviejo había sido hecho Diócesis por el Papa Pío IX en 1870, pero el primer Obispo nunca vivió allí y renunció en 1881. El segundo obispo, Peter Schumacher, un hombre vigoroso quien no sufrió ninguna oposición a esta forma de llevar la iglesia local, es sobre quien recayó el establecer la Diócesis de Portoviejo y Esmeraldas. Él consiguió traer 60 sacerdotes a Manabí y un número de hermanas de Europa, entre las que estaba la religiosa que más tarde fundaría la Congregación de Hermanas Franciscanas que ahora trabajan con nosotros en Chone habiendo regresado exactamente cien años después de la primera venida de su fundadora. Mons. Schumacher fue nombrado Obispo en 1885. Diez años más tarde empezó la lucha civil entre los Conservadores y Liberales. Aunque los Obispos de la Sierra eran más circunspectos, Monseñor Schumacher era más vehemente y abiertamente en oposición a los Liberales; tanto así que a las fuerzas de los Conservadores, hasta hoy día se les llama "el Ejército del Obispo". A principios de este siglo el nuevo estado ecuatoriano se declaró un estado laico: su declarada separación de IglesiaEstado era un poco más que una abierta persecución de la Iglesia. Ignoraba el Concordato con Roma e invocaba una antigua ley del Patronato Español para poder tener una voz determinante en el nombramiento de los Obispos así el nuevo obispo de Portoviejo, Juan María Riera, nombrado en 1908, nunca fue reconocido por el gobierno y no se le permitió tomar residencia en Manabí. Comunidades religiosas fueron expulsadas y no podían ingresar al país religiosos extranjeros; los colegios religiosos fueron sujetos al Estado y la enseñanza de religión en los colegios del Estado fue totalmente prohibida. Manabí tuvo que esperar hasta 1937 y la firma del Modus Vivendi entre la Iglesia y el Estado para el nombramiento de su cuarto Obispo, Mons. Carlos Nicanor Gavilanes, quien tomó posesión de la Diócesis el 5 de junio de 1938 y sirvió hasta 1965. No hay forma de saber cuántas de las actuales actitudes hacia la Iglesia en Manabí nacen de aquellos años de guerra, pero probablemente aún hay rasgos de aquella antipatía en la actitud de los hombres de no asistir a la iglesia y la ambivalencia sobre el matrimonio religioso. La prohibición de la enseñanza de religión en los colegios estatales continúa sin cuestionarse como una marca de libertad. Con la adrenalina del fervor (o fiebre) misionero fluyendo libremente y conscientes de su herencia, el grupo irlandés se hizo cargo de la administración del Cantón Chone el 28 de diciembre de 1977. Hasta esa fecha, había sido dirigido por el P. Declan Deasy y un P. Oswaldo Albán quien tenía una residencia hecha de caña en Flavio Alfaro. El hermano Miguel se quedaría con nosotros durante nuestro período inicial, pero el P. Ibáñez, quien se había convertido en una leyenda en Chone y cuya partida no hubiera sido bien vista por la población, salió durante la tranquilidad de una siesta sin crear el menor barullo de protesta. Él había pasado doce años en Chone y su ruda amabilidad le había ganado amigos en los lugares más remotos de la misión. Eran su gente amada y no importaba a qué hora viniesen por un bautismo, él los atendía con agua que era ligeramente verde y no un completo símbolo de purificación. Si cuatro familias diferentes querían misas para sus difuntos en la mañana, él decía las cuatro misas. Todas las tardes a las dos y treinta, cuando todos estábamos que colapsábamos en los 90 grados de calor, se le podía ver moviéndose por el corredor en camino a hacer el programa de radio, una bolsa de lona sobre su hombro y su maltratado sombrero de paja para protegerlo del caliente sol. Su viejo jeep Willis, "El Rey de la Montaña", que era parte de su imagen, lo prefería al nuevo Nissan Patrol que había chocado levemente contra una vaca obstinada. Poco tiempo antes de nuestra llegada, él había terminado la edificación de la nueva iglesia de Chone, más con un espíritu de gran entusiasmo que con alguna concesión a las reformas del Vaticano II, y aún así, su regalo al salir de Chone, un enorme y complicado reloj que funcionaba con un motor y que tenía péndulos y pesas de emergencia, no había sido instalado. Nunca funcionó correctamente; las lluvias mojaron el motor, y el pueblo, cada vez que querían mostrar su no aceptación de los gringos, se quejaban que no éramos capaces ni siquiera de mantener un reloj funcionando. Viendo retrospectivamente el primer año de la misión, fue todo relativamente horrible. No teníamos una idea de a dónde íbamos. Profesores de una vida curricular planificada, no estábamos preparados para trabajo pastoral con adultos. Si había planificación, era sobre algunas cosas que Declan Deasy había decidido que debían cambiar; después de todo, él ya tenía dos años de vivir en el Ecuador. Así es que los cambios vinieron; fueron repentinos, confrontacionales y obtuvieron su objetivo. Posiblemente no hemos examinado la nueva medicina con suficiente cuidado, ya que los efectos colaterales fueron un poco desagradables. No habría más una sucesión de misas cada mañana en la iglesia de Chone, sino más bien una misa concelebrada cada noche. Los bautismos tendrían una hora fija los sábados por la tarde y serían precedidos por una charla explicativa. Charlas prematrimoniales se tendrían cada mes. Ningún cambio en este molde sería aceptado porque si no sería como una rajadura en un dique holandés. La gente vociferaba por el desagrado de estos cambios y nos dejamos llevar a un estado de presión mental que era neurótico. Mientras tanto, la gente del pueblo no estaba inactiva; un emprendedor caballero recogía firmas para que nos retirásemos. Las Hermanas Marianitas, quienes no podían comprometerse con nosotros, nos defendían con fidelidad ciega. Alguien fue a ver al Obispo con el triste cuento de la inmerecida suerte de que Chone esté en las manos de estos recién llegados. Y finalmente la noticia llegó al Cardenal en Quito, Mons. Pablo Muñoz. Luego tuvimos un Padre General, P. T. V. Tack, muy molesto quien trataba de saber lo que estábamos haciendo para molestar tanto a la gente de la misión. Es probablemente una muestra de nuestra audacia la que nos llevó a preparar una apología para el Primado. El Cardenal no podía haber sido más amable y gentil: él contó como su gente había amenazado con quemar la iglesia cuando elevó la edad de confirmación a los 10 años. En algún lugar del archivo de Chone hay una carta de alivio del Padre General preguntando cómo habíamos logrado cambiar el punto de vista del Cardenal quien lo había llamado para expresar su aprobación por nuestra labor. Declan Deasy estaba ansioso de que se diera atención a las partes más remotas y abandonadas. Pronto supimos de Convento, El Mate, Barraganete y San Pedro Latacoso. Y Declan quiso que conociéramos esos lugares. Siendo ya un endurecido misionero de cuatro meses, armado con net para zancudos, botas de jebe y una sombrilla para protegerme del sol durante la larga travesía en canoa, me dirigí a Barraganete, la primera aldea en un viaje de diez días río arriba en el Daule. Durante esos pocos días pude conocer una nueva cara del carácter ecuatoriano, la suave generosidad de la gente sencilla del río. También aprendí el pasatiempo nacional de esperar: esperar por omnibuses, canoas, congregaciones. Más tarde ese año, cuando el barro se había secado, Tom Tuoney se convirtió en el santo patrono de Convento, una pujante aldea y parroquia a unos setenta kilómetros de Chone. La casa de Tom, de apenas dos cuartos, que estaba detrás de la iglesia en Convento, se convertiría después en una lección del arte de vivir con sencillez. En Flavio también habían habido problemas. Declan estaba decidido que el tiempo de servicio del sacristán terminaría al entregar la parroquia; el sacristán se opuso pensando en su futuro y puso otro candado en la puerta de la iglesia. Esto duró hasta marzo de 1978 cuando se comenzó con los servicios de fin de semana. Se eligió un comité de la iglesia para construir la casa del párroco y terminar de construir la iglesia. Por un pequeño margen, la gente eligió como presidente un granjero pelirrojo de nombre José Ricarte Cedeño. El Espíritu Santo debió de haber estado muy presente en ese día pues Don Ricarte asumió la construcción de la casa y la iglesia como su vocación de por vida. Murió antes de ver terminada la fachada de la iglesia, pero su nombre merece aparecer en cualquier nota en la historia de Flavio. El 5 de julio de 1979 el sacerdote tomó residencia permanente. Habíamos empezado a descentralizar. El P. Chris Fitzgerald llegó en noviembre de 1979, la primera importación de experiencia y creatividad de la misión en Nigeria. Su llegada coincidió para darnos cuenta que el trabajo en Chone nos estaba llevando a la catequesis y que la formación de catequistas debía ser un objetivo primordial. Ya no estábamos perdidos, por lo menos ya sabíamos a dónde queríamos llegar. Ahora sólo nos faltaba descubrir cómo llegar. Habíamos llegado a Sudamérica en tiempos emocionantes: nueve años antes, los Obispos del CELAM (La Conferencia de Obispos de Latinoamérica) habían fijado sus colores en el mástil en Medellín y ahora, mientras tratábamos de establecernos, se estaban llevando a cabo las preparaciones en la diócesis para las reuniones de Puebla que tendría como resultado el análisis de "Evangelización en el Presente y Futuro de Latinoamérica". Aparecieron como objetivos y medios de Evangelización la Comunidad, participación de todos en la Evangelización y las Comunidades de Base. Un año después de Puebla, en 1980, nuestro obispo, Mons. Luis Alfredo Carbajal, escogió a Chone como centro de la reunión mensual del clero, religiosas y agentes de pastoral del norte de la diócesis. En ellas, la nueva opción pastoral del Ecuador sería aclarada y puesta en efectividad a nivel local. La diócesis tiene cuatro zonas y estas reuniones nos dieron la primera oportunidad de reunirnos con el clero de nuestra sección, de escucharlos, analizar la realidad y buscar una salida. Dos Hermanas Marianitas ecuatorianas estaban trabajando a tiempo completo con nosotros; habían construido una casa en Convento. En Barraganete se había construido una estructura simple de caña para aliviar el trabajo de aquellos que visitaban la misión del río las dos hermanas, Olga y Ana Isabel, pasaron un tiempo allí en soledad fructífera. En marzo de 1980, una voluntaria irlandesa, Brigid Lyons, vino a ayudarnos. Enseñó catecismo y ayudó a formar catequistas; trabajó con grupos de mujeres y, en general, actuaba de moderadora entre los pequeños grupos de laicos que comenzaban a apoyar nuestros esfuerzos pastorales. Declan Deasy había dado el empuje inicial para organizar la preparación catequética. Le tocó a Chris Fitzgerald mantener el programa en movimiento. Ocasionalmente, cuando íbamos a visitar las aldeas de río Daule, nos alojábamos con sacerdotes irlandeses de la Sociedad de Saint James en El Empalme. Allí descubrimos un sistema de catequesis a la que ellos habían convertido en Catequesis Familiar, un enfoque que parecía atacar nuestros problemas desde sus raíces. Se originó en Chile. La adopción de este sistema todavía estaba lejana de nosotros cuando a fines de 1980, los padres Ted McCarthy y David Crean vinieron a engrosar nuestras filas. La Catequesis de la Familia está diseñada para ayudar a los padres a profundizar su propio compromiso de fe y su entendimiento al mismo que tiempo que ellos preparan a sus hijos para la Penitencia y Eucaristía. Durante el año de las inundaciones, cuando las lluvias comenzaron en setiembre de 1982 y no pararon hasta agosto de 1983, un sueño de Declan Deasy se había hecho realidad. Las Hermanas de la Presentación irlandesas habían aceptado la invitación de trabajar en Chone. Las hermanas Colette, Mary, Martina y Josephine sobrevivieron lo mejor que pudieron en un ala de una clínica local, en una casa que había sido construida en Santa Rita para las Misioneras Marianitas y finalmente en Flavio. Su llegada tuvo importancia para el desarrollo de la Catequesis Familiar porque ellas se hicieron cargo de la misma. La responsabilidad de preparar a las personas para animar y guiar este sistema recayó mayormente sobre ellas y ellas cargaron con la responsabilidad de introducirlo a los principales centros de la población. Su objetivo es que los niños absorban su fe cristiana en la atmósfera del hogar y de sus padres, quienes están, a la vez, profundizando su propio compromiso a través de reuniones de oración, reflexión bíblica y estudio semanales. Estas reuniones, guiadas preferentemente por una pareja de padres, les da a las personas una oportunidad de hablar juntos sobre una serie de temas de fe, de abrirse camino por la Biblia y de deshacerse de ideas infantiles sobre religión y de la timidez de rezar juntos. Los padres, a su vez, ayudan a sus hijos a absorber una versión simplificada tal como se presenta en el libro del alumno. Una vez por semana los niños se reúnen bajo la guía de un animador cuya función no es directamente catequética sino de celebrar el don los bienes de Dios que se ven en el tema y de reforzar las enseñanzas que han recibido en casa. Los años entre 1980 y 1985 fueron años de crecimiento y expansión a todo nivel. Ted McCarthy y David Crean, que llegaron a fines de 1980, fueron seguidos rápidamente del P. Vincent Kelly en 1981 y de los Padres James Ryan, Paul Flynn y John Grace en 1982. Dave Crane comenzó un convento para las Religiosas Marianitas que estaban a tiempo completo en la misión y fue inaugurado en Abril de 1982. Un joven laico, Pat Ryan, vino a acompañarnos en 1981, y a principios de 1982, una enfermera voluntaria, Vera Lynch, con la nutricionista Susan Nagle, respondiendo a una invitación de Chris Fitzgerald, Superior de la Misión, vinieron en una visita de dos años esperando establecer un servicio de salud y de educación para la salud. Luego, a fines de 1983, tres enfermeras más, todas obstetrices, llegaron para continuar el trabajo de la misión. Fueron Liza O'Connor, Margaret Clark y Ann Millar. Finalmente, a fines de 1985, los padres Chris Traynor, Kevin McManus y Ned McGrath dejaron Irlanda para venir a Ecuador. Con la llegada de tantos sacerdotes, cada parroquia podía tener su propio cura párroco; el crecimiento en número de las religiosas que trabajaban a tiempo completo en la pastoral de la misión garantizaban que las pequeñas aldeas recibieran atención catequética. Se han construido casas, iglesias o ambas cosas en Pavón, Santa Rita, Convento, San Antonio, Eloy Alfaro, Chibunga y Boyacá. En Puerto Arturo, la parte más pobre de los suburbios de Chone, se ha construido un centro comunitario; en Flavio se ha construido un Centro Catequético pero todavía no está siendo usado totalmente. La casa que originalmente se construyó para las Religiosas Marianitas en Santa Rita es ocupada ahora por las Religiosas Franciscanas que llegaron a nosotros en 1988, cien años después que su madre fundadora llegó para trabajar con Monseñor Schumacher. Las comunidades de las aldeas a lo largo de la misión respondieron a esta nueva atención construyendo sus capillas. El énfasis en nuestro objetivo había comenzado a cambiar, probablemente debido a la insistencia de los sudamericanos de tener pequeñas comunidades. La comunidad como la fuente, estructura y resultado final de la catequesis y Evangelización, se nos estaba imponiendo y necesitábamos trabajar en equipo. Podíamos ver vagamente lo que nuestro objetivo debía ser, pero la visión era parcial y cada uno de nosotros parecía haber enfocado diferentes partes. Necesitábamos una estructura organizada para coordinar esfuerzos y talento dispares hacia un Equipo Pastoral una unión difícil. Un plan cohesivo que uniría nuestros varios esfuerzos, nos había evadido por años. Quizá no habíamos estado muy conscientes, en ese entonces, de la importancia del seminario introductorio sobre el programa Mundo Mejor de la Nueva Imagen de la Parroquia, o NIP como comúnmente se le llama en esta era de iniciales, que Chris Fitzgerald había pedido a los agustinos de Chulucanas. En enero de 1988 los padres Aquilino y Guillermo vinieron a iniciarnos. Nos forzaron a considerar nuestra realidad y a clarificar nuestro concepto de la parroquia ideal. Y para ponernos en movimiento, nos hicieron ver lo que sucedería si continuábamos con nuestra pastoral de ese entonces. Una vez que nos tenían encaminados, comenzaron a ofrecernos criterios y planes de reconstrucción que eran tan profundamente cristianos que nos causaron nuevas rutas espirituales. Todo cristiano está llamado a tomar parte en la misión de Cristo, santificar su propia vida y de abrir el camino para que otros puedan hacer lo mismo, pero siempre en comunidad. El trabajo de equipo de la parroquia, por lo tanto, es simplemente abrir para TODOS la posibilidad de responder libremente a este llamado y de animar a todo bautizado a la participación... a tiempo o destiempo. Sólo hay que insistir en invitar a todos. Esto incluye el instalar "Telecomunicación" con cables humanos; zonificar la parroquia, establecer equipos de coordinación en cada zona con una red de mensajeros quienes tendrían contacto constante y amigable con diez familias. Una vez que esta red esté instalada, hay esperanza de tener verdadera comunicación, tan esencial para la participación. El equipo coordinador central de la parroquia se convierte en un grupo animador. Anima a la gente a expresar lo que para ellos sería la parroquia ideal; anima a dar una sincera y real descripción de la realidad presente "fallas y todo"; anima al análisis de esta realidad con vista a identificar los problemas fundamentales que se encuentran dispersos como obstáculos entre lo real e ideal. Una vez que la parroquia cree tener una idea clara de su problema número uno, luego por común acuerdo, todas las actividades en la parroquia se dirigen a superar este problema fundamental. El pobre cura párroco se cae del pedestal desde donde, "ad modum recipientis" él mismo identificaba los problemas fundamentales. Ahora tiene que escuchar a la gente, identificar los problemas y quizá darse cuenta que él mismo sea una parte integral de los mismos. Deberá comenzar desde los pobres y ver la realidad desde el nivel básico, pero una opción preferencial por los pobres no es una opción exclusiva por los pobres. Tampoco el cura párroco puede llegar a barrer con todo el pasado: ese pasado es el fruto de la buena voluntad de las generaciones anteriores y no puede ser eliminado como algo que pasó de moda. Muy a menudo, las costumbres del pasado tienen, muchas veces escondidas, el corazón y la envoltura de la identidad espiritual de la comunidad; el proceso natural de crecimiento asimilará los valores y desechará sus elementos inútiles. Hasta aquí, sólo estamos raspando la superficie de este nuevo camino; tenemos problemas para mantener funcionando la coordinación zonal y la red de mensajeros muchas veces pueden cruzar sus líneas. Sin embargo, se ha desarrollado un sentido de participación y el anonimato de la gran parroquia está cediendo a la identidad de las comunidades zonales. Afortunadamente para nosotros, este tipo de planificación pastoral ha sido adoptado recientemente por la diócesis; no tendremos estructuras discordantes; el respaldo del grupo animador diocesano y las ayudas que dan a las Asambleas Cristianas, etc., renovarán nuestro inflamante fervor. Se ha convertido en tarea de Kevin McManus, como Superior, coordinar los esfuerzos del grupo, y el darse cuenta de cuán pocos somos es como un apoyo para cada decisión. Que haya 4,500 niños bautizados cada año es un indicador del tremendo número de católicos que hay en la misión. Cada parroquia tiene sus anexos, con fiestas y celebraciones propias que son un constante llamado. Tres parroquias, en la actualidad, no tienen sacerdote y Ted McCarthy trata de darles alguna atención a pesar de la grandes exigencias de su propia área. El programa radial diario es muy importante, pero somos principiantes. Nuestro número se ha visto reducido desde los días de 1985, y el 1 de diciembre de 1991, Ned McGrath murió de un ataque cardíaco. Ned era un reto para todos y tenía su propia forma de pensar sobre su preocupación por los pobres. Aunque había sufrido por años de problemas del corazón, trabajaba sin descanso todo el día y parte de la noche. Ese día comenzamos a sentir algo del consuelo escondido detrás del respeto por los muertos de los ecuatorianos. Todos ayudaron. Las religiosas se encargaron de todo en la casa y el templo. El Obispo y sacerdotes, que estaban presentes para la reunión zonal, se quedaron y nos acompañaron para el funeral. Dos de ellos fueron a la nueva iglesia de Ned en Boyacá a avisarle a la gente y a tener una misa de difuntos con ellos. Varias personas del pueblo ofrecieron una tumba porque no teníamos una. Los jóvenes y los viejos llenaron la iglesia para el funeral. Era compartido ya que otro funeral había sido programado para la misma hora. Todo el día la gente había estado viniendo a mostrar sus condolencias, y al llevar los dos ataúdes, tan contrastante con la simplicidad del de Ned, por la calle principal al cementerio de Chone, el P. Luis Tomás de Quito dirigía el rezo del Rosario. |