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La Orden Agustina en Chile


P. Avencio Villarejo, OSA

Introducción

Para comprender mejor esta síntesis histórica de los agustinos en Chile, conviene dividirla en dos etapas: la Colonia, con los vaivenes de su instalación, evan-gelización y consolidación, y la República, con la lucha por la independencia, adaptación al "status" de una nación libre y estabilización del nuevo Estado.

Los agustinos se adaptaron en cada etapa a las necesidades de su tiempo: propagación de la fe, culturización de los pue-blos o acción social. No se puede entender, ni menos apreciar o criticar, el desenvolvimiento de la épica gesta del descubrimiento, conquista, evangelización, civilización, fundación de pueblos y organización social, si, al mismo tiempo, no se to-ma en cuenta la época en que se realizaron, el ambiente so-cial reinante, las leyes de la Corona o de la Iglesia, el ansia de conquista de unos y la lógica reacción antagónica de los na-tivos.

También es preciso tener en cuenta la enorme extensión del Nuevo Continente, las difíciles vías de comunicación, la configuración orográfica, sísmica y climatológica de América, los medios primitivos de movilización y, fundamentalmente, que esta empresa la realizaban hombres con diferente modo de pensar, religión y costumbres, en regiones habitadas por gentes con cultura, creencias e idiomas diferentes.

Primera parte: Etapa Colonial

El agustino P. Vicente de la Requejada figura en la funda-ción de Coro (Venezuela) el 1527. Después de misionar en varios departamentos pasó a Colombia, donde intervino en la fundación de Tunja en 1539. Allí murió el año 1575. Su estadía fue meramente personal.

El primer asentamiento oficial de los agustinos en América ocurrió en México el 22 de mayo de 1533, con un grupo patrocinado por Sto. Tomás de Villanueva.

En 1548 el P. Agustín de la Santísima Trinidad arribó al Perú con el fin de preparar el ambiente para la instalación de la Orden, cuyos primeros religiosos llegaron a El Callao el 1 de junio de 1551. La expansión de los agustinos en el Perú fue meteórica: en menos de ocho años se extendieron tam-bién por todo Bolivia. En 1573 el P. Gabriel de Saona funda el convento de Quito en Ecuador y se interna en Colombia, donde se entrevista con el P. Requejada. En 1575 se esta-blecen en Bogotá.

Mientras esto acontecía, el P. Andrés de Urdaneta, par-tiendo desde México, llega a Cebú en las Islas Filipinas el 25 de abril de 1565 guiando la expedición de Miguel López de Legazpi, dando origen a la evangelización de aquel archipiélago asiático.

En sólo 32 años los agustinos se propagaron desde Texas en Estados Unidos hasta Tarija en el sur de Bolivia, con rami-ficación hasta las Islas Filipinas.

Faltaba Chile

Felipe II, conocedor del empuje y obra realizada por estos religiosos, envió sendas cédulas al Virrey del Perú y al Pro-vincial P. Juan de Almaraz, manifestando su deseo de que también ampliasen su labor en Chile; pero las circunstancias por las que atravesaba la Provincia del Perú, el aumento de las vocaciones, conventos y doctrinas fueron más que su-ficientes para frenar las aspiraciones del Monarca. No obs-tante el Rey insistió y a los dos años, en 1594, reiteró su deseo y orden.

Gobernaba a la sazón el dinámico P. Alonso Pacheco, quien aceptó el reto de tomar a su cargo esta tarea en la le-vantisca Gobernación de Chile. Si bien contaba con más de 1,000 religiosos, éstos estaban diseminados por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia en un centenar de conven-tos y más de doscientas doctrinas distribuidas en no menos de cinco millones de Kms. cuadrados y más de 10.000 Kms. de caminos, a través de cordilleras, ríos, desiertos y selvas.

El P. Pacheco seleccionó a los PP. Cristóbal de Vera (como Vicario Provincial y Superior), Francisco Díaz (Subprior), Francisco Hervás (Teólogo) y Pedro de Torres (de apacible carácter, quien posteriormente llegaría a ser Provincial del Pe-rú y Chile) y a los profesos Juan de Sotomayor y Agustín Ramírez, futuros primeros agustinos ordenados en Chile.

Esta expedición salió de El Callao el 29 de enero de 1595 y llegó a Valparaíso el 16 de febrero del mismo año. Tras una afectuosa recepción oficial y otra bastante agresiva por parte de quienes se sentían afectados en sus derechos o inte-reses, los agustinos se establecieron en la misma manzana que actualmente ocupan en Santiago.

Aquietados los ánimos, se dieron de lleno a su tarea pri-mordial: la evangelización de los indígenas, desperdigados por toda la región central. Ya a los tres meses de su llegada a Chi-le, el P. Pedro de Torres fue a La Serena y fundó un convento en 1595, como base para la cristianización indígena de los Valles del Elqui, Limarí, Choapa y Longotoma. Por su parte, el P. Francisco Díaz, también el mismo año, se dirigió a Mi-llapoa, puerta de entrada para establecer contacto con la aguerrida nación araucana; logró fundar un convento, que apenas duró cuatro años, debido a la oposición de los nativos opuestos a los avances de las huestes hispanas. A causa de es-ta misma generalizada rebelión araucana, desapareció tam-bién el convento fundado en Valdivia el año siguiente de 1596. La razón de estas dos fundaciones obedecía a su deseo de evangelizar la Araucanía, "jamás a dominio extranjero so-metida", como bellamente cantó Ercilla en su epopeya "La Araucana".

Durante los primeros cinco años desplegaron su accionar apostólico en más de 1.300 Kms. de la región central. Como por el momento no se vislumbraba la reducción del pueblo araucano, los fundadores circunscribieron sus actividades a la parte más céntrica de Chile.

Así en 1600 fundan casas en La Chimba (ribera norte del Mapocho en Santiago); en 1601, en las chacras de Ñuñoa (a 5 Kms. al este de la capital); en 1603 se establecen en las riberas del Aconcagua; en 1608 lo hacen en Longotoma, a mitad de camino entre Santiago y La Serena y también se ra-dican en tierras regadas por el Maule, dando principio al futuro gran convento de Talca, ciudad en cuya fundación in-tervienen activamente, a tal punto que se llamó San Agustín de Talca; en 1621 se aproximan nuevamente a la Araucanía y fundan convento en la Concepción de Penco, trasladado a la actual Concepción, a raíz del gran terremoto y maremoto que asoló dicho pueblo el 1751; en 1627 se instalan defini-tivamente en Valparaíso.

Provincia Agustina de Chile.

La notable expansión en casas y número de religiosos de la Viceprovincia de Chile, subordinada a la Provincia del Pe-rú, la distancia de unos 5.000 Kms. que las separaba, el fre-cuente hostigamiento de piratas y bucaneros que devastaban las costas del Pacífico (única vía de comunicación de entram-bas), aconsejaban la separación para su buen gobierno. Esta se concretó el año 1629. Desde entonces, libre ya de tutela tan lejana, la Provincia de Chile creció más y más.

En 1635 los agustinos se establecen definitivamente en San Juan de la Frontera, Provincia de Cuyo, al otro lado de los Andes en territorio actualmente argentino, pero entonces perteneciente a la Gobernación de Chile. En 1657 lo hacen en Mendoza, de la misma Provincia de Cuyo, y tantean incursiones hacia Tucumán, río Paraná y río de la Plata (Bs. Aires).

En 1660 dan comienzo a la erección del famoso Colegio de la Cañada. El 1672 abrieron casa en Cauquenes, que per-duró corto tiempo, a pesar de los esfuerzos desplegados para esta fundación. En 1680 se dictó decreto de fundación de un convento en Alhué, si bien no hay pruebas convincentes, tanto de su fundación como de su existencia. También existe en 1689 una minuta despachando patente para establecer convento en Buenos Aires, la cual no se confirma por ningún otro documento.

Durante la Congregación Intermedia de 1702 se deter-minó fundar casa en Fuerte de Buena Esperanza, de muy corta duración. En el mismo decreto se establece la fundación del convento de Perquilauquén, no lejos del fracasado de Cauquenes, que perduró hasta 1743, al decidirse su traslado a Melipilla. En 1728 se erige el convento de Quillota. El 1746 empieza a funcionar el de Melipilla. Con la erección de este convento se cierra el ciclo colonial.

Visión panorámica de estos siglos.

Con la fundación de Melipilla termina el período de ex-pansión de la Provincia durante la etapa de la Colonia. Fueron 25 casas con título de conventos, si bien la inmensa mayoría de ellas no pasaban de ser humildes residencias de tapiales con techo de hierba o, por mucho, de tejas, instaladas donde aconsejaba la necesidad de cristianización de in-fieles o la atención de los pueblos en formación. Desde esos conventos salían a esparcir la semilla del Evangelio y nociones de agricultura, artes y educación, por todos los lugares donde hubiera núcleos humanos, viajando con rudimentarios medios de locomoción o a pie, sin arredrarse por las distancias, cor-dilleras, ríos o desiertos de esta "loca geografía" chilena, según atinada frase de Subercasseaux.

Al otro lado de los Andes está la Provincia de Cuyo, don-de también establecieron conventos y trabajaron por más de dos siglos, a pesar de los 500 Kms. que debían recorrer para atravesar la imponente cordillera nevada, en jornadas califi-cables sólo como épicas. Ejemplo típico de estos viajes lo dio nuestro Ilmo. P. Gaspar de Villarroel, a quien, en una de sus visitas pastorales, le sorprendió, en pleno verano, una inusi-tada gran nevada y tuvo que ser arrastrado varios kilómetros amarrado en un pellejo.

Mientras atendían estas rancherías indígenas, cuidaban también de organizar asociaciones piadosas en las ciudades y pueblos en formación. Entre otras propias de la Orden, fue-ron los introductores y únicos protagonistas de la devoción a la Virgen del Carmen. Durante la Colonia esta devoción se extendió y arraigó tanto en las masas populares, que, al ins-taurarse la República, los próceres de la Independencia la proclamaron Patrona de Chile y de sus Fuerzas Armadas. Ultimamente Juan Pablo II la coronó como Reyna de Chile en el templo votivo de Maipú.

Cuidando la culturización de los pueblos, sostuvieron es-cuelas en casi todos sus conventos. En 1660 fundaron el Colegio de la Cañada. En vista de los éxitos obtenidos con su docencia, se intentó elevarlo a la categoría de Universidad, para lo que se contaba con la correspondiente Bula Pontificia, pero esta iniciativa fracasó por falta de la respectiva Cédula Real. Actualmente el Liceo San Agustín es el heredero del Colegio de la Cañada, o de la Alameda, o Sto. Tomás de Vi-llanueva, o San Miguel Arcángel o del Carmen, nombres que ostentó durante la Colonia.

Algo que también debe tomarse en cuenta es el problema de los incendios, inundaciones y terremotos. Es bien cono-cido que Chile ocupa una zona altamente sísmica. Los gran-des terremotos se suceden con inquietante frecuencia. Si a esto agregamos que las construcciones de aquellos tiempos eran de adobes o tapiales, se puede colegir el estrago que cau-sarían y las inevitables y continuas reedificaciones de con-ventos e iglesias.

Entre los centenares de religiosos de la Colonia cabe resal-tar, aparte de los fundadores, los nombres de los PP. Juan de Váscones, Bartolomé de Montoro, Diego de Salinas y los obispos Gaspar de Villarroel (Santiago), Francisco de Loyola y Vergara (Concepción), Martín Híjar de Mendoza (Con-cepción) y Luis Lemos y Usátegui (Concepción), quien no llegó a tomar posesión de su diócesis, por haber sido elevado a la dignidad de Patriarca de las Indias.

No existen estadísticas precisas sobre el número de reli-giosos, pero sí puede asegurarse que en los años de su mayor extensión llegaba a los 300, número en declinación a partir de mediados del siglo XVIII. Las causas de este paulatino, pero sostenido descenso, son múltiples:

a) Los reyes de España consideraron que ya no eran tan ne-cesarios para afianzar sus dominios, y empezaron a men-guar el apoyo económico, lo cual obligó a las Ordenes Re-ligiosas a aceptar capellanías y censos, que les permitiesen subsistir, en base a donaciones testamentarias de fundos y haciendas, que si bien entonces satisfacían sus necesidades, con el tiempo se convertirían en su peor enemigo, al mermar la observancia de la pobreza y distraer en nego-cios temporales la interioridad de su vida espiritual.

b) El preponderante estatismo, azuzado por las ideas liberales y masónicas europeas, rápidamente asimiladas en América, con detrimento de la influencia eclesiástica, la descristianización de las masas populares y la decreciente falta de vocaciones religiosas.

Si a lo anterior se suman las ordenanzas reales y, en parte, eclesiásticas, que obstaculizaban el ingreso a los noviciados, la prolongación de la edad para las profesiones y órdenes sa-gradas, la supresión de los conventos con menos de ocho reli-giosos (leyes severamente ejecutadas al instaurarse las nuevas repúblicas), fácilmente se puede inferir el mortal golpe ases-tado a las Ordenes Religiosas. Este germen sembrado en el siglo XVIII, nació y creció vigorosamente al estallar los mo-vimientos separatistas, como veremos en la segunda parte.

Segunda parte: Etapa Republicana

Consolidada la Independencia de Chile durante las dos primeras décadas del siglo XIX, ciertamente con la aquiescencia y hasta la intervención de muchos religiosos ultranacionalistas, los claustros quedaron semivacíos ante la desbandada general. Fue el momento oportuno para apoderarse de ellos y de sus fundos o haciendas. Todas las corporaciones su-frieron el embate, pero los agustinos llevaron la peor parte, pues prácticamente fueron incautados todos sus conventos y medios de subsistencia. Los pocos religiosos que quedaban eran sistemáticamente obstaculizados, perseguidos o deste-rrados. Privados del contacto con sus legítimos superiores de Roma, los priores (ahora con el título de "prelados") quedaron sometidos a los obispos. El desbarajuste y la ruina resultaron casi totales. Hasta el Convento de San Agustín o Casa Gran-de de Santiago fue ocupado como cuartel, para luego instalar allí la recientemente creada Escuela Militar de Chile.

La recuperación de esta catástrofe resultó lenta y con fre-cuencia adversa; pero, a medida que se iban aquietando los ánimos, ya a fines del siglo XIX, emprendieron de nuevo su resurgimiento con la recuperación del Convento de San Agus-tín, la reapertura del colegio de la Cañada o Alameda, la rein-corporación de las casas de La Serena, Talca y Melipilla.

Como nuevas edificaciones cabe destacar las de San Fernando en 1888; Tobalaba, destinado a seminario en 1934 y tras-ladado a Ñuñoa en 1964; el Liceo San Agustín de Ñuñoa, por traslado del antiguo colegio del Centro; el colegio de Quilpué, tras la incautación del convento de Valparaíso; las casas e iglesias de Villa San Pedro; el colegio e iglesia de Con-cepción; el postulantado de La Florida, y las casas de retiro de Casiciaco en San José del Maipo.

Actualmente los agustinos ejercen su apostolado en:

1. Convento e iglesia de San Agustín. En pleno centro de Santiago, ocupa el mismo lugar de su fundación en 1595. De la antigua edificación, que comprendía toda la manzana, sólo queda la iglesia y una pequeña parte del convento. Está atendido por cuatro religiosos dedicados exclusivamente al culto. Como testimonio de su activi-dad se puede poner el reparto de 1.000 comuniones diarias (como promedio anual) y el hecho de ser una de las iglesias más concurridas y mejor atendidas de la Ca-pital. Biblioteca conventual (más de 60.000 volúmenes) y biblioteca iberoamericana "P. Alfonso Escudero" (más de 25.000 ejemplares), declarada monumento histórico.

2. Liceo San Agustín de Ñuñoa. Colegio privado mixto. Cuenta con una matrícula de 1.600 alumnos, amplios campos deportivos, salón-capilla, biblioteca, laboratorios, varios pabellones y patios. Lo atienden cuatro religiosos y ciento veinte laicos entre profesores y empleados.

3. Profesorio Sto. Tomás de Villanueva en Ñuñoa. Muy cerca del Liceo S. Agustín. Destinado exclusivamente a la formación de los aspirantes a la vida religiosa de la Orden. Tiene capilla semipública y extensos jardines. Vi-ven allí dos padres y nueve profesos.

4. Postulantado de La Florida. Moderna casa-albergue para los postulantes para ingresar al Noviciado. Atendido por un padre.

5. Casa de Retiro en Casiciaco (Cajón del Maipo). El com-plejo de Casiciaco está a 25 Kms. de Santiago. En una extensión de ocho cuadras se ha construido un pabellón para 80 albergados, casas de administración y residencia veraniega de los profesos. Cuenta con campos deportivos y bosques nativos. Está destinado a retiros, cursillos y lugar de esparcimiento para grupos escolares y prevo-cacionales. Lo atiende el Liceo San Agustín.

6. Convento e iglesia de La Serena. Los agustinos se esta-blecieron en esta ciudad, que por entonces apenas con-taría con 1.000 habitantes, en 1595, con la finalidad de cristianizar toda la región adyacente. El 1768 Carlos III expulsó a los jesuitas y por Cédula Real del 3 de marzo ordena se haga entrega oficial y formal a los agustinos, tanto de la iglesia como del colegio jesuítico. La entrega oficial se realizó el 25 de abril, pero sólo en 1775 el Cabildo Municipal hizo la entrega formal al dar la po-sesión efectiva a los agustinos. La iglesia había sido construida totalmente con piedra calcárea en 1672; en cambio el colegio y residencia eran de tapiales y adobes. Debido a los terremotos, incendios y huracanes y al deterioro por el paso de los siglos, frecuentemente su-frían tan graves daños que obligaban a prolijas y costo-sas reparaciones. El incendio de 1912 redujo la iglesia a un montón de piedras calcinadas. A pesar de que poco antes del incendio había sido ampliada y remozada, ahora los agustinos se vieron en la precisión de reconstruirla; pero nuevos terremotos siguieron causando gra-vísimos daños. Se imponía la reconstrucción total desde las bases tanto de la iglesia como del convento, con téc-nicas asísmicas, pero conservando el plano primitivo, con piedras talladas extraídas de la misma cantera afian-zadas con hormigón armado desde la base. El 1986 se inauguró el moderno convento asísmico, adaptado a las necesidades actuales, en estilo neocolonial típico de La Serena. En 1990 se terminó la primera etapa (mitad de la iglesia) y la segunda, ya en plena ejecución, se espera estará lista para el 1995, cuando se cumplirá el IV Cen-tenario de estadía ininterrumpida de los agustinos en La Serena. Dos padres atienden el culto público, colaboran en labores pastorales de la Iglesia, en las obras sociales de la Orden Secular de S. Agustín y prestan servicios como capellanes castrenses.

7. Convento de Melipilla. Por traslado desde el convento de Perquilauquén, los agustinos se han mantenido en Melipilla desde 1743 hasta nuestros días. Funcionó allí un colegio y el postulantado. Su labor se extendió por toda la comarca, especialmente en los nacientes pobla-dos de la Costa, donde construyeron capillas y casas. El convento e iglesia de Melipilla, declaradas monumentos históricos; construidos con adobes y tapiales, han sido fácil víctima de terremotos y deterioros por vejez, moti-vando frecuentes renovaciones. Por falta de personal el colegio fue traspasado a una sociedad. Actualmente el culto es atendido desde Santiago.

8. Convento y parroquia de Guadalupe en San Fernando. En 1888 los agustinos de La Estrella se trasladaron al próximo San Fernando, en la carretera troncal del Sur de Chile, con mayor población y mejor porvenir. La pa-rroquia cuenta hoy con unas 40.000 almas en la ciudad y varios enclaves marginales. La atención a las barriadas es preferencial. Ultimamente se adquirió una humilde casita, donde los profesos puedan practicar la pastoral social en los sectores más pobres. Dos sacerdotes cuidan el culto y las obras sociales.

9. Convento, colegio y parroquia en Concepción. Ya en 1621 los agustinos establecieron convento en La Con-cepción de Penco. El catastrófico terremoto de 1751 arrasó la naciente ciudad, forzando su traslado a la zona que hoy ocupa Concepción, una de las ciudades más grandes y pujantes de Chile. Los agustinos se instalaron también en el nuevo emplazamiento en 1756 y abando-naron definitivamente el de Penco, donde apenas si que-da memoria de su existencia. También en Concepción, donde construyeron iglesia y convento, han debido so-portar repetidamente la furia de los terremotos. Actual-mente, ya en edificios asísmicos, sostienen una parro-quia de 20.000 almas, incluido el barrio anexo de Agüi-ta de la Perdiz, con capilla y dependencias propias. La actividad parroquial es intensa, tanto respecto al culto como a la atención social (especialmente entre los po-bres) y a la pastoral, catequística y sacramental propias de una parroquia moderna. En su templo se venera la imagen de la Virgen del Carmen llegada a Chile a prin-cipios del siglo XVII y allí se estableció la primera cofra-día carmelitana de Chile. La creación de la parroquia data de 1927. Desde principios del siglo XX funcionó junto al convento el colegio San Agustín; pero es a par-tir de 1940 cuando, con nuevas y grandes edificaciones se instaló en los locales actuales. Cuenta con una matrí-cula de 1.080 alumnos, biblioteca, laboratorios y obser-vatorio astronómico. Por estrechez de espacio, desarrolla sus actividades deportivas en sus terrenos de Villa San Pedro. Tiene el carácter de Colegio Mixto subvencionado por el Estado. Cinco religiosos atienden la parroquia y el colegio.

10. Convento y parroquia de Villa San Pedro. El 6 de fe-brero de 1966 empezó a funcionar "de facto" la parro-quia, a raíz del ofrecimiento hecho a los agustinos por el Arzobispo de Concepción, para establecer una parro-quia en las nacientes poblaciones marginales de San Pedro, en la ribera sur del Bío Bío, con el título de "El Buen Pastor" y jurisdicción en otras cuatro capellanías aledañas: Sta. Rita, Boca Sur, Michaihue y Lomas Colo-radas. En pocos años estas poblaciones han crecido en tal forma, que en la actualidad se aproximan a las 100.000 almas, con visos de mayor crecimiento. Creada jurídicamente la parroquia el 25 de noviembre de 1966 a cargo de los agustinos, ha sido preciso empezar desde la nada. La tarea desarrollada es ingente, tanto en el orden espiritual como en el material de construcción de edificios: iglesia, convento y salones en la parroquia de El Buen Pastor de San Pedro; iglesia y residencia para las Agustinas Misioneras en Sta. Rita; iglesia y dependencias adjuntas en Lomas Coloradas; reparaciones y ampliaciones de las capillas y dependencias adjuntas de Boca Sur y Michaihue, hasta que se construyan también allí modernos edificios. La labor pastoral es digna de encomio: grupos juveniles y de colaboradores comprometidos, reuniones, cursillos, asambleas, conferencias, administración del culto y sacramentos, acción social en los sectores pobres y marginados, cuatro comedores in-fantiles, talleres laborales y de Sta. Rita y hasta la aten-ción espiritual en el Hospital Regional de Concepción. Todo ello hace de esta extensa y poblada parroquia un modelo de la Nueva Evangelización parroquial moderna. Trabajan en estos afanes tres padres, secundados por las Misioneras Agustinas.

Religiosas Agustinas en Chile

a) Agustinas de Clausura. Más de treinta años antes que llegasen los agustinos a Chile, tres señoras viudas fun-daron en Santiago el monasterio de Agustinas Canonesas, primero de monjas de clausura en Chile, que, con el correr de los tiempos y variadas alternativas, se conver-tiría en una verdadera institución de la vida colonial. Su denominación de Agustinas Canonesas no se adaptaba a la de Agustinos Ermitaños. Los asuntos se ventilaron entre la Curia Episcopal y la Orden Agustina. Las mon-jas eran, y querían seguir siendo, agustinas. La cuestión jurisdiccional se debatió durante la Colonia y aun hoy día no está claramente delimitada. En la Colonia cente-nares de religiosas y sirvientas pululaban por los 20.000 m2 que ocupaba el monasterio en pleno corazón de la capital. Las luchas por la Independencia, la instalación de la República y la creciente presión del crecimiento urbano las obligaron a trasladarse a zona más apartada. Aún subsiste el nombre de "Agustinas" dado a la calle que bordeaba el monasterio. También sigue en pie su bella iglesia. En la actualidad el número de religiosas, por falta de vocaciones para la vida contemplativa, se ha reducido a 6 profesas, 1 novicia y 2 postulantes.

b) Agustinas Misioneras. Para aliviar la compleja labor pas-toral desarrollada por la parroquia de San Pedro, los agustinos solicitaron la cooperación de las Agustinas Misioneras. Con la llegada el 20 de febrero de 1986 de las madres Anastasia Pastrana y Concepción Román, quienes se instalaron en la casa e iglesia de Sta. Rita, dieron comienzo a su fructífera labor pastoral y social en toda la extensa parroquia. Pronto aumentó el número de religiosas y el 1991 también abrieron casa en Ñuñoa, cerca del Liceo San Agustín. Trabajan en colegios y pa-rroquias en cursillos catequísticos y atención a sectores marginales pobres, con resultados altamente satisfactorios. En la actualidad cuentan con 6 profesas y 4 junio-ras aspirantes.

Visión panorámica de los siglos XIX y XX

El siglo XIX se caracteriza por sus cambios estructurales, tanto en la vida civil como religiosa. En cuanto a la vida civil, por las luchas previas a la Independencia, la proclamación de la República, la instauración de nuevas leyes y la consolidación del naciente Estado. En la vida religiosa: por la expan-sión de ideas ateas, liberales y masónicas, la supresión e in-cautación de conventos por parte del Estado o del Episcopado, las leyes coercitivas cerrando los noviciados e incautándose de haciendas y medios de subsistencia, adobando todo esto con artera y sostenida campaña de descrédito contra las Or-denes Religiosas, entre las cuales los agustinos sacaron la peor parte. El número de religiosos decayó tanto, que casi llegaron a la extinción a no haber sido por la valiente defensa de algunos, como el P. Ignacio Avedillo.

De estos asuntos trata documentada y prolijamente el P. Víctor Maturana en su "Historia de los Agustinos en Chile", donde detalla lo siguiente: "El Señor Arzobispo de Santiago (Mons. Valdivieso) excogitó el medio de destinar a beneficio de la Arquidiócesis y de las otras Diócesis, los mejores con-ventos de los Agustinos y reservarles a ellos tres o cuatro de los más desmantelados. Así este Convento Principal serviría de asiento a una gran Universidad Católica; el Convento de La Serena, cuya supresión se alcanzó a pedir a Roma, sería obsequiado al Obispo de aquella Diócesis; el Convento de Concepción, ofrecido al Ilustrísimo Señor Salas, grande amigo de los Agustinos, estuvo en gestiones de venta, porque aquel Obispo no se resolvía a admitirlo de regalo; el Convento de Talca era el local elegido para el seminario que entonces se pensaba erigir en esa ciudad; el Convento de Valparaíso sería, como lo fue, la parroquia del Espíritu Santo; y, finalmente, el Convento de Quillota sería convertido, como también lo fue, en Casa de Ejercicios. Todos estos conventos, dotados de los más magníficos templos y claustros, pasarían a poder de Señores Obispos, y los restantes, que eran el Colegio -de la Alameda-, el Convento de Melipilla y el Convento de la Es-trella, todos construidos de adobes, uno en los arrabales de Santiago, el otro en una villa y el tercero en un campo vecino de la costa, los tres a cual más desprovistos de rentas, éstos sólos se reservaron para los Agustinos". (Maturana, o.c.T.II, pág. 750). De haberse cumplido íntegramente, estas dispo-siciones sellarían definitivamente la total desaparición de los agustinos en Chile.

Fuera de acción los principales gestores y tranquilizados los ánimos, a fines del siglo XIX los agustinos empezaron su lenta recuperación con los pocos que quedaban y la colaboración de otros venidos de Italia. Así pasó el siglo XIX.

En el siglo XX diversos grupos de agustinos de España, Alemania, Holanda y Estados Unidos también han prestado su colaboración para sostener y restaurar la Provincia de Chi-le. Por su parte los provinciales, entre los que cabe destacar a los PP. Manuel de la Cruz Ulloa, Aurelio Luco, Erasmo López, Clemente Farías y Pedro López, y en general todos los que han gobernado la Provincia, lo han hecho con acierto y prudencia, tanto en el orden material como espiritual. Cier-tamente las secularizaciones y abandonos han continuado; escasean, o no cuajan, las vocaciones y los poquísimos que llegan al sacerdocio no alcanzan a llenar el vacío de los que mueren. No obstante la avanzada edad de la mayor parte del personal actual, los agustinos no escatiman esfuerzos por mantener las glorias de sus antepasados.

Entre los que cabe destacar por sus excepcionales mé-ritos figuran el P. Víctor Maturana, polémico y documentado historiador, y el P. Alfonso Escudero, buen literato, creador y compilador de la Biblioteca Iberoamericana (más de 20.000 obras), que lleva su nombre, y al P. Erasmo López, cinco veces provincial, quien se ha destacado por sus dotes de gobierno y administración.

Estadística general

Sacerdotes 24

Profesos 9

Novicios (en Brasil) 4

Postulantes 4

Agustinas de clausura 6

" novicias 1

" postulantes 2

Agustinas misioneras 6

" junioras 4

Conventos 10

" en comodato 1

Colegios 2

" alumnos 2.600

Parroquias 3

" almas aprox. 155.000

Orden secular S. Agustín 5

" " inscritos 120

Familia Agustina de Chile - fundación y cierre

En mayúsculas las casas actuales - CHILE CENTRAL

Num.Fund.Cierre

01LA SERENA1595 -

02San Juan (Argent.)1639 - 1876

03Longotoma1608 - 1640

04Valparaíso1627 - 1876

05Quilpué1914 - 1966

06Quillota1728 - 1873

07Aconcagua1603 - 1625

08Mendoza (Argent.)1657 - 1835

09SANTIAGO. CONVENTO1595 -

10 " Colegio Cañada1660 - 1964

11 " Tabalaba. Prof.1934 - 1964

12 " ÑUÑOA. LICEO S. AG.1964 -

13 " " CONVENTO1601 - 1640

14 " " PROFESORIO1964 -

15 " FLORIDA. POSTULANT.1989 -

16 " La Chimba1600 - 1640

17 " AGUSTINAS. CLAUSU.1574 -

18 " AGUSTINAS MISION.1991 -

19 " CASICIACO1984 -

20MELIPILLA1746 -

21Alhué1680 ?

22La Estrella1659 - 1888

23SAN FERNANDO1888 -

24TALCA1619 -

25Cauquenes1672 - 1676

26Perquilauquén1702 - 1743

27Penco1621 - 1751

28CONCEPCION1751 -

29VILLA SAN PEDRO1966 -

30AGUSTINAS MISION.1986 -

31Millapoa1595 - 1599

32Valdivia1596 - 1646

Bibliografía

APA - Archivo Provincia Agustina, fuente principal de los da- tos presentados.

JARAMILLO, Roberto OSA. (comp.) Los Agustinos en América Latina. Iquitos: OALA, 1987.

MATURANA, Víctor OSA.: Historia de los Agustinos en Chile, 2 tomos (1595-1674 y 1674-1882). Santiago de Chile, 1904.

VILLAREJO, Avencio OSA: Los Agustinos en el Perú y Bolivia (1548-1965). Lima, 1965.