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Inauguración de la Casa Internacional de Teología

Carta del Prior General a los Superiores de América Latina

Fotos de la Celebración

Esquema de la Homilía del Prior General,
Miguel Angel Orcasitas Gómez

Cochabamba, Bolivia, 7 febrero 1999.

Misa en capilla convento, el día de la inauguración de nueva casa de formación con estudiantes BRM-BOL-CHU-IQU

Ciclo A: Lecturas:
Is. 58, 7-10
I Cor 2, 1-5
Mt. 5, 13-16

Día especial para los agustinos en Bolivia. Apertura casa formación internacional en Cochabamba. Un motivo de esperanza para que la Orden pueda revivir en Bolivia.

OSA colaboradora en la primera evangelización. Fuerte implantación durante siglos. Presencia rescatada gracias a los hermanos holandeses. Hoy nace un nuevo proyecto de colaboración.

Queremos contribuir a la nueva evangelización, proponiendo la perspectiva del Evangelio desde una visión agustiniana.
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El Evangelio de Mateo de hoy, la lectura del profeta Isaías y el salmo responsorial nos presentan el tema de la luz, relacionado con nuestras obras y nuestra capacidad de compartir con los pobres. Nuestra positiva actitud con los pobres hace luminosa nuestra vida e invita a glorificar al Padre.

Litúrgicamente estamos próximos a la cuaresma. La palabra de Dios introduce la condivisión con los pobres como una práctica penitencial con sello de autenticidad. Ese es el ayuno que quiere el Señor. Nuestra penitencia tiene que tener reflejo en nuestra fraternidad con los necesitados. Agustín, que fue pastor durante muchos años en una comunidad pobre de pescadores, habló muchas veces a su gente de los pobres, de la limosna e incluso de las diversas clases de limosna, pues no se trata sólo de dar dinero. También el pobre puede y debe practicar la limosna: la limosna del perdón a sus semejantes. El fue abogado de los pobres ante los ricos de su comunidad.

Decía Agustín: "Cada uno de ustedes desearía hospedar a Cristo que está en el cielo; pues bien, lo encontrarán que yace en el pórtico, hambriento, que tiembla de frío, lo ven en el pobre, en el forastero" (Ser. 210, 12)

Los pobres son predilectos de Jesucristo. Para transmitir su mensaje de salvación no se apoyó en los poderes humanos, sino en los pobres, porque quien es pobre según el Evangelio es humilde y es consciente de que Dios actúa en él. Comenzó llamando colaboradores a gente sencilla, para que resultara evidente que su obra de salvación no depende del hombre, sino que es gracia de Dios.

Por eso dice S. Pablo que nuestra fe se apoya en el poder del Espíritu, no en sabiduría humana o en el poder de los hombres.

Dios se manifiesta en el pobre, en el humilde, porque el ser humano rico en sentido evangélico, es decir, el soberbio, que está lleno de sí mismo y se cree autosuficiente, no deja espacio para Dios en su vida.

La limosna es un deber cristiano, exigencia de nuestra fraternidad universal en Cristo, porque todos somos hermanos.

Pero no basta la limosna. Hay que luchar por la justicia, porque normalmente es la injusticia la causa de la pobreza. Hay que remover las causas que producen la pobreza. Injusta es la escandalosa distribución de los bienes materiales en el mundo, que pone en manos de muy pocos la mayor parte de la riqueza, mientras que la gran mayoría de la humanidad debe contentarse con las migajas.

La Iglesia en América Latina ha hecho una opción muy clara en favor de los pobres: opción preferencial por los pobres. El cardenal Arms de S. Pablo decía: La Iglesia en América Latina es la casa de los pobres. Hay una particular sensibilidad sobre este tema en AL. Hoy esa opción es de toda la Iglesia y la ha recordado el Papa al hablarnos de la preparación al gran jubileo y particularmente al invitarnos a reflexionar este año sobre el Padre, pues la paternidad de Dios es un recuerdo constante de nuestra filiación y de la fraternidad que debe existir entre todos los hombres.

El amor a Dios es inseparable del amor a los hombres. Lo recuerda con estas bellas palabras S. Agustín: "Cuando amas a los miembros de Cristo, amas a Cristo. Cuando amas a Cristo, amas al Hijo de Dios. Cuando amas al Hijo de Dios, amas también al Padre. El amor es indivisible. Elige, pues, uno de esos tres amores y, aunque no lo pretendas, le seguirán los otros dos. Dices: amo sólo a Dios, a Dios Padre. Mientes. Si realmente le amas, no le amas solo, sino que amas también al Hijo. Dices: amo al Padre y al Hijo, pero sólo a ellos. Vuelves a mentir. Si amas la Cabeza, amas también a los miembros. Y si no amas a los miembros, tampoco amas a la Cabeza" (Com Ep. S. Juan, 10,3)

El mensaje del Evangelio no es algo que se nos da para nuestra propia intimidad, para establecer una relación personal con Dios y conducirnos a la salvación personal. Está destinado a tener una trascendencia social.

La opción por los pobres entra en este contexto de las consecuencias sociales de nuestros actos como cristianos. No podemos permanecer insensibles ante la pobreza. Es necesario que todos hagamos algo para remediar pobreza e injusticia. Cuando cumplamos las obras de la justicia "clamaremos al Señor y El responderá; gritaremos y él dirá: Aquí estoy". Dios se hará presente y nosotros seremos luz del mundo y sal de la tierra.

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