RETIRO PARA LAS COMUNIDADES
(en torno a Solemnidad de Nuestro Padre San Agustín 2006)
(CENTRADO EN LA EXPERIENCIA DE VIDA DE AGUSTÍN…PUEDE
ADAPTARSE PARA REALIZARLO EN UN CAPÍTULO LOCAL, EN UNA CELEBRACIÓN
LITÚRGICA, ETC. …)
I.- ORACIÓN INICIAL -
Canto Inicial: Belleza Siempre Antigua y siempre nueva...
Entonces me dirigí a mí mismo y me dije: << ¿Tú quién eres?>>, y
respondí: <<Un hombre. >> He aquí, pues, que tengo en mí prestos un
cuerpo y un alma; la una interior, el otro exterior. ¿Por cuál de éstos
es por donde debí yo buscar a mi Dios, a quien ya había buscado por los
cuerpos desde la tierra al cielo, hasta donde pude enviar los mensajeros
rayos de mis ojos? Mejor, sin duda, es el elemento interior, porque a él
es a quien comunican sus noticias todos los mensajeros corporales, como
a presidente y juez, de las respuestas del cielo, de la tierra y de
todas las cosas que en ellos se encierran, cuando dicen: <<No somos Dios>>
y <<Él nos ha hecho>>. El hombre interior e quien conoce estas cosas por
ministerio del exterior; yo interior conozco estas cosas; yo, Yo-Alma,
por medio del sentido de mi cuerpo.
Interrogué, finalmente, a la mole del mundo acerca de mi Dios, y ella me
respondió: <<No lo soy yo, simple hechura suya>>. Conf. 10, 6, 8-9
II.- LECTURA AGUSTINIANA (se pueden hacer todas o algunas de ellas;
seguidas o con pausas de reflexión…)
“Con razón señaló la Escritura a la soberbia como el origen de todo
pecado, diciendo: El principio de todo pecado es la soberbia. A este
testimonio se acopla muy bien el otro que estampa el apóstol San Pablo:
La raíz de todos los males es la avaricia, si por avaricia entendemos en
general el acto por el que cada uno apetece algo más de lo que le
conviene, llevado de su propia excelencia y de cierto amor propio, al
que sabiamente la lengua latina le dio el nombre al llamarle (privatum)
privado, cuya palabra resalta mas bien el menoscabo que el incremento.
Toda privación hace disminuir, y así, desde el momento que cualquiera
quiere sobresalir por la soberbia, cae en las angustias y en la miseria,
puesto que del amor común le conduce al propio y funesto amor de sí
mismo. La avaricia es un amor especial, la cual con más propiedad se
llama amor al dinero, por cuyo nombre el Apóstol, significando el género
por medio de la especie, quería se entendiera la universal avaricia.
Esto es, la soberbia, al decir: La raíz de todos los males es la
avaricia. Por ésta cayó el diablo, el cual ciertamente no amó el dinero,
sino su propia excelencia. Por lo tanto, el perverso amor de sí mismo
priva de la santa compañía del cielo al espíritu inflado, y esta misma
propia miseria coarta al que desea saciarse mediante la iniquidad. De
aquí se sigue que como hubiera dicho en otro lugar: Serán los hombres
amadores de sí mismos, de seguida añadió: Amadores del dinero; así, de
aquella general avaricia, cuya cabeza es la soberbia, desciende a esta
especial que pertenece únicamente a los hombres. En efecto, no serían
los hombres amantes de las riquezas si no se creyeran por ellas tanto
más excelentes cuanto más ricos son. La caridad que no busca su propio
interés, es decir, que no se alegra de la propia excelencia y, por lo
tanto, con razón no se envanece, es contraria a esta enfermedad.
Estos dos amores, de los cuales el uno es santo y el otro impuro, el uno
social, el otro privado; el uno que busca la utilidad común para
conseguir la celestial compañía; el otro que encauza, por el arrogante
deseo de dominar, el bien común en propio provecho; el uno que está
sometido a Dios, el otro que pugna con Él; el uno tranquilo, el otro
alborotado; el uno pacífico, el otro sedicioso; el uno que prefiere la
verdad a las alabanzas de los que yerran, el otro que está ávido de
cualquier clase de honores; el uno caritativo, el otro envidioso; el uno
que desea para el prójimo lo que quiere para sí, el otro que ansía
someter al prójimo a sí; el uno que gobierna al prójimo para utilidad
del mismo prójimo, el otro que le gobierna para su propio provecho;
tuvieron su asiento en los ángeles, uno en los buenos y otro en los
malos, y diferenciaron bajo la admirable e inefable providencia de Dios,
que ordena y gobierna todas las cosas creadas, las dos ciudades creadas
en medio del género humano; la una de los justos, la otra de los
pecadores; las cuales, entremezcladas ahora temporalmente, transcurren
la vida del mundo hasta que sean separadas en el último día del juicio;
y así, la una uniéndose a los ángeles buenos, teniendo por jefe a su Rey,
lleve una vida eterna; la otra, juntándose a los ángeles malos, vaya con
su príncipe al fuego eterno. Tal vez, si quiere el Señor, hablaremos más
largamente en otro lugar sobre estas dos ciudades.” Comentario lit. al
Gen. 11, 15, 19-20
Lectura la Carta a los Romanos, 13,11-14.
Lectura Santo Evangelio según San Mateo, 7-21-29
III.- PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO
La conversion de San Agustín debe ser el reflejo de nuestra conversión
personal y comunitaria.
Realizada las lecturas ¿cual es tu comentario, la enseñaza provechosa
para ti y tu Comunidad?
La fraternidad agustiniana se apoya en una auténtica comunión de
bienes. ¿Cómo cuidas los bienes comunitarios? ¿Son administrados con
humidad y en beneficio de la Institución y del ambiente social de tu
entorno?
¿Qué podemos hacer (cada uno, nuestra comunidad, nuestra
circunscripción, con los formandos, con los laicos…) para celebrar mejor
la experiencia de la conversión de Nuestro Padre San Agustín?
IV.- ORACIÓN PARA EL JUBILEO AGUSTINIANO