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Asamblea Caminando Unidos, Buenos Aires 2007

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Carta del Prior General Al Terminar el Proyecto Hipona


Roma, 26 de junio de 2007
Prot. 144/07

A LOS SUPERIORES MAYORES Y COMUNIDADES
DE AMÉRICA LATINA

Queridos hermanos:

Pasado ya un tiempo desde la celebración de la Asamblea conclusiva del “Proyecto Hipona-Corazón nuevo” en Buenos Aires, quisiera compartir con Ustedes algunas reflexiones y conclusiones, complementando así la información ya ofrecida tanto al final de la misma Asamblea como por medio de las páginas web de la Orden y de la OALA.

En primer lugar, recuerdo con gozo y gratitud el ambiente de fraternidad y diálogo, trabajo y oración, que vivimos durante aquellos días. Además de cumplir con los objetivos propuestos, creo que demostramos en la práctica el influjo positivo que en este sentido ha tenido el proceso de renovación y revitalización desarrollado desde Conocoto.
Pero, por supuesto, hay otros muchos e importantes frutos del mismo proceso que quisiera destacar y que brevemente resumiría en los cinco siguientes:

La centralidad del sentido comunitario de nuestra vida y nuestro trabajo, de nuestra identidad y santidad: un elemento fundamental de nuestro carisma, que sin duda ha sido aclarado, promovido y fortalecido, tanto en la teoría como en la práctica, durante estos años.

La importancia del diálogo como camino de comunión, a todos los niveles, desde la experiencia de diálogo, reconciliación y comunión que las comunidades de América Latina intentaron hacer realidad desde el comienzo del proceso.

La necesidad de programar y evaluar de forma seria y participativa, no sólo nuestras acciones sino también nuestra vida, como una forma moderna de la ascesis y una exigencia para poder vivir y actuar con fidelidad y eficacia.

El convencimiento del valor de prácticas y estructuras recuperadas y revitalizadas, como la oración comunitaria, el capítulo local, los ejercicios y retiros, la colaboración a diversos niveles en campos como las vocaciones y la formación, la pastoral, la misión.

La toma de conciencia del desafío de la conversión permanente, para poder vivir nuestro ideal y superar las deficiencias que hemos constatado: individualismo, rutina y miedo al cambio, incoherencias en relación con la práctica de la pobreza y falta de mayor compromiso con los pobres, dificultades para leer la realidad desde la fe y encarnar un mayor empeño misionero.

A quienes se preguntan todavía si el Proyecto Hipona ha servido para algo, les invitaría a reflexionar sobre los puntos precedentes, comparando –y no sólo desde los resultados de las encuestas realizadas, sino de su propia experiencia- la situación de la Orden en América Latina en 1993 y en la actualidad, e intentando también imaginarse la situación actual si desde 1993 no hubiéramos recorrido el camino impulsado por el proceso de renovación y revitalización que, desde luego no sin dificultades y resistencias, hemos vivido.

Por todo ello tenemos motivos más que suficientes para, sin triunfalismos pero con sinceridad, dar gracias al Señor. Y para agradecer también los esfuerzos y la buena voluntad de todos los hermanos que hicieron posible ese camino: a los miembros del EAC y de los EA de las circunscripciones en primer lugar, pero también a la OALA, a los priores y miembros de las circunscripciones y comunidades que asumieron con interés y compromiso el Proyecto Hipona.
Sin embargo, pienso que la pregunta más importante no es en este momento ¿para qué ha servido el Proyecto Hipona?, sino ¿qué vamos a a hacer ahora?, ¿cómo vamos a continuar luchando para conseguir el objetivo último de Proyecto? “Promover en la Iglesia inmersa en la sociedad un dinamismo de conversión y renovación permanentes por nuestro testimonio de santidad comunitaria” sigue siendo el ideal y el desafío de los Agustinos en América Latina; ha terminado el Proyecto programado, pero es preciso continuar su dinamismo. Cómo hacerlo es sin duda la inquietud con la que todos salimos de Buenos Aires, y a la que pretendo responder con algunas orientaciones:

En comunión con la Iglesia y la Orden

No estamos inventando ahora la identidad cristiana ni agustiniana. El seguimiento de Jesús en la vida religiosa y desde nuestro carisma tiene su propia identidad, que está llamada a realizarse y actualizarse en la historia por obra del Espíritu con fidelidad creativa, es decir encarnando la misma vocación fundamental en formas diferentes y renovadas según los signos de los tiempos. Todo ello supone vivir en comunión con la Iglesia y con la Orden, lo que en este momento histórico quiere decir continuando el dinamismo renovador del Vaticano II, estudiando y asumiendo las orientaciones de Aparecida, de acuerdo con la espiritualidad contenida en las Constituciones renovadas en el próximo Capítulo General 2007 y según sus determinaciones concretas. De hecho, el Proyecto Hipona nos ha ayudado ya a vivir con intensidad en América Latina los principales eventos de la vida de la Iglesia y de la Orden acaecidos durante estos años (Santo Domingo, Tercer Milenio, Jubileo Agustiniano).

Desde las opciones y actitudes del Documento “Espíritu nuevo”

El Documento “Espíritu nuevo” (aprobado en la Asamblea de Lima, enero 1999) es el modelo ideal vigente, no sólo durante el Proyecto Hipona, para orientar la vida y la acción de los Agustinos en América Latina. Si de verdad queremos continuar con nuestro dinamismo de renovación y revitalización, es preciso seguir estudiando, difundiendo, poniendo en práctica y actualizando su contenido (opciones globales, actitudes globales, fin último). En la medida en que seamos capaces de asumir realmente el estilo de vida agustiniana, acción pastoral y presencia en el mundo que propone el Documento, con actitudes auténticas de amor universal y solidaridad concreta especialmente con los más pobres y excluidos, de constante conversión y renovación, de diálogo y de servicio, podremos hacer operativos los modelos ideales de vida y acción pastoral de nuestras comunidades, para que puedan alcanzar progresivamente los fines últimos del Reino de Dios y la santidad comunitaria.

De acuerdo a la propuesta estudiada en Buenos Aires

Después de una serie de consultas y encuestas sobre la manera de continuar el dinamismo de renovación del Proyecto Hipona en América Latina, el EAC acordó con el Consejo General la presentación en la Asamblea de Buenos Aires de algunas propuestas concretas. Todas ellas, de acuerdo con la mayoría de las respuestas obtenidas, pretendían unir el peso “institucional” del Consejo General con el servicio de animación propio de OALA, subrayando además la necesidad de un mayor protagonismo del Superior y el Consejo en cada circunscripción.
Además de ser esta la opinión mayoritaria, parece la más valiosa en la práctica, de acuerdo con lo ya vivido en el Proyecto Hipona. De hecho, la iniciativa del Consejo General de iniciar el Proyecto Hipona, no excluyó la colaboración de OALA (cuyo Secretario General fue siempre miembro por oficio del EAC y cuyo Boletín prestó siempre un importante servicio al Proyecto). Y progresivamente, se pidió la mayor implicación del Superior mayor y Consejo de cada circunscripción (desde la Segunda Etapa, un Consejero al menos debía ser miembro del EAC), dado el carácter local de la programación de la Tercera Etapa.
Así, la consulta realizada en Buenos Aires dio como resultado la propuesta de constituir un nuevo EQUIPO, formado por: un representante del Consejo General+ el Secretario General de OALA+ tres hermanos (uno de cada Región, Norte, Centro y Sur) nombrados por el Consejo General a propuesta de OALA.
Tal Equipo, operativo después del próximo Capítulo General, podrá estudiar y organizar los medios concretos más oportunos (nuevos o ya utilizados) a poner en práctica. Entre ellos se sugirieron los siguientes: Ejercicios espirituales (Temario y equipo) / Material para retiros, capítulos y reuniones) / Equipo de espiritualidad / Asambleas y encuentros a diversos niveles/ Boletín OALA....

Libres bajo la gracia, pero desde el compromiso personal y comunitario

Rezar por la renovación y revitalización de la Orden ha sido durante estos últimos años una práctica común en la inmensa mayoría de nuestras comunidades de América Latina. Y debemos seguir orando juntos por esa intención, puesto que la conversión es siempre fruto de la gracia de Dios y obra de su misericordia en nosotros. ¡Pero no basta rezar! La oración debe ir acompañada por el compromiso personal y comunitario. Es la hora de que cada uno se pregunte hasta qué punto ha vivido y está dispuesto a vivir en actitud de conversión, de que cada comunidad revise su vida y su acción pastoral en relación con el testimonio de santidad comunitaria, de que las circunscripciones se planteen con sinceridad si las programaciones realizadas se quedaron en el papel o si se han llevado –o todavía se pueden llevar- a la práctica. Seguramente todos encontraremos también, como los hermanos reunidos en Buenos Aires, “luces” que agradecer y “sombras” que corregir: esa es nuestra responsabilidad y de nuestra respuesta dependerá el presente y el futuro personal y comunitario de la Orden en América Latina.

Voy a terminar ya con dos inquietudes, también comentadas en Buenos Aires y que me parecen justas y dignas de tenerse en cuenta: la necesidad de implicar a los LAICOS en el proceso y el peligro de CONFUNDIR RENOVACIÓN CON RESTAURACIÓN.
El protagonismo y la mayor participación de los laicos en la vida de la Iglesia y de la Orden es un signo de los tiempos explícitamente subrayado en el Capítulo General 2001 y que no podemos olvidar. Es, gracias a Dios y al esfuerzo generoso de muchos hermanos, una realidad en varias circusncripciones, que han visto crecer y revitalizarse sus fraternidades seculares a la vez que compartían con los laicos la marcha del Proyecto, contaban con su opinión y les invitaban a sus asambleas y celebraciones. Pero todavía nos falta mucho en este aspecto, y pienso que es el momento de dar un paso más. La llamada “versión popular ” del Documento Espíritu nuevo (que el EAC editó oportunamente y que existe también en cómic y power point) puede ser para nuestros grupos laicales un buen instrumento de formación y comunión, que invito a utilizar.
Seguramente, toda renovación auténtica implica primero una restauración (la fidelidad debe ser la base sólida de la creatividad), pero no puede quedarse ahí. Es la gran tentación, especialmente para instituciones de tanta historia y peso como la nuestra, hasta el punto de que hablando de las dificultades del proceso más de una vez se utilizó la comparación de la lentitud con que gira un elefante. Es muy importante, como decía antes, haber recuperado prácticas y estructuras fundamentales de nuestra vida comunitaria, pero no podemos dar únicamente respuestas válidas años atrás a los problemas de hoy sin caer en el intento inútil de conservar el vino nuevo en odres viejos. Desde hoy, es importante buscar nuevas formas de oración más participada, nuevos compromisos pastorales y misioneros, nuevas y más intensas formas de comunicación y vida comunitaria, nuevas respuestas a la nueva situación cultural y religiosa de América Latina.

Les invito a todos a hacerlo así, orando con esperanza y trabajando con generosidad. Especialmente les invito a leer y comentar esta carta en el Capítulo local de todas las comunidades, y a rezar por el éxito del ya próximo Capítulo General.

Fraternalmente,

Robert F. Prevost
Prior General O. S. A.