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Logotipos de los Encuentros
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HOMILÍA
–MISA DE APERTURA
ENCUENTRO A BUENOS AIRES
11 JUNIO 2007
MRP Roberto Prevost, OSA Prior General
Caminando Unidos para que Nuestros Pueblos
Tengan Vida en Cristo
Queridos hermanos,
En esta primera celebración eucarística de este encuentro de reflexión
y celebración, lo considero un honor y una bendición poder estar con
ustedes para compartir algunas reflexiones sobre la Palabra de Dios y
también sobre los muchos acontecimientos que constituyen el contexto
de este encuentro, que lleva por título: “Caminando unidos para que
nuestros pueblos tengan vida en Cristo.”
El programa de la Asamblea indica que el tema de esta
celebración
es “gratitud por el camino recorrido”, y estas palabras expresan
claramente el profundo sentir de todos nosotros, y de los numerosos
hermanos nuestros que han participado durante estos últimos 14 años en
el proceso de la revitalización de la Orden en América Latina,
Proyecto Hipona – Corazón Nuevo.
Desde el primer momento, creo que sea importante ubicar esta
celebración en el contexto de la Iglesia – porque no podemos existir
como agustinos o cristianos fuera de Ella. Quiero recordar entonces la
cercanía a la conclusión de la V Conferencia de los Obispos de
Latinoamérica, celebrado en Aparecida, Brasil. Más específicamente,
considero que la Iglesia nos invita a ubicar el sentido de este
encuentro en la vida eclesial, porque la liturgia de hoy, por feliz
coincidencia, recuerda la memoria de san Bernabé, y las lecturas de
hoy nos ofrecen algunas pautas desde la Palabra de Dios que pueden
enriquecer y fortalecer nuestra experiencia de ser hermanos en la
Orden y hermanos en la fe juntos a todos los que creen en Jesucristo.
San Bernabé, apóstol, hombre sencillo, lleno de fe y
convicción,
que exhortaba a todos a perseverar en el Señor (el nombre “Bernabé”
significa “hijo de exhortación”); misionero que acompañó a san Pablo
en su primer viaje a Asia Menor, y estuvo presente también en el
primer Concilio de Jerusalén, cuando la Iglesia tuvo que enfrentar la
difícil cuestión del modo de tratar a los gentiles convertidos a la fe
cristiana. Sería el primer ejemplo en la Iglesia de lo que llamamos
hoy la “evangelización de la cultura y la Evangelización inculturada.”
Bernabé, hombre de la Iglesia, fue totalmente dedicado a vivir el
mensaje del Evangelio, que según el “proyecto” de Jesús en el pasaje
que hemos escuchado, la predicación de los bienaventuranzas, indicando
los elementos del Anuncio de la llegada del Reino de Dios que está
cerca.
San Pablo, en la primera carta a los Corintios, hace un comentario
interesante, diciendo que San Bernabé, como san Pablo mismo, al
hacerse cristiano se hizo pobre, trabajando como los pobres para
ganarse el pan de cada día. (1Cor 9), una imagen que no iba muy de
acuerdo con la cultura greco-romana, que consideraba todo trabajo
manual como quehacer de los esclavos, indigno de un Apóstol. Contrario
a los “valores” de su cultura, Pablo y Bernabé asumieron la vida de
los pobres, trabajando para vivir y acercándose más en esta manera a
los pobres de su entorno y no a los ricos y poderosos.
En la primera lectura, aparece una expresión interesante, cuando
presenta la figura de Bernabé. Dice que cuando
Bernabé (enviado por la iglesia de Jerusalén) llegó a Antioquia, “vio
la gracia del Señor, y se alegró…” El verbo (alegrarse) es el mismo
que Lucas emplea en el momento de la Anunciación, cuando María, lleno
del Espíritu Santo, se alegró. También Bernabé, lleno del Espíritu
Santo, sabe reconocer la presencia del Espíritu Santo en medio de su
Pueblo, la comunidad de los creyentes, y se alegró.
Así que son varios elementos de la Palabra de Dios que hemos escuchado
que pueden iluminar y guiar nuestro encuentro durante estos días:
Bernabé, misionero, que se hizo pobre (¿podemos decir, “tomó una
opción” a vivir en el estilo de los pobres?), y se alegró por la
experiencia de ver la presencia del Espíritu en medio de la comunidad.
Son tres elementos que guían claramente la opción de la Iglesia (elementos
afirmados una vez más en la Conferencia de los obispos de América
Latina apenas concluida en Aparecida, Brasil). Son también los pilares
que han dado una dirección clara y acertada durante los catorce años
de reflexión, estudio, oración, evangelización y trabajo comunitario
en todo el proceso del Proyecto de Revitalización. No es el momento de
repetir toda la historia del proyecto. Puede ser suficiente citar las
opciones “globales” que sirvieron a enmarcar la reflexión y las
actividades de la segunda etapa del Proyecto. Las opciones asumidas en
aquel momento, que valen todavía en nuestra vida son la búsqueda de:
1. Un estilo agustiniano de vida fraterna como signo e instrumento de
comunión: “Una sola alma y un solo corazón hacia Dios”.
2. Un estilo de acción pastoral fiel al carisma y a las grandes
opciones de la Iglesia y de las Conferencias Generales del Episcopado
de América Latina, como signo e instrumento de comunión con la Iglesia.
3. Un estilo de presencia en el mundo que responda, desde el carisma,
al desafío de los signos de los tiempos y lugares, como signo e
instrumento de comunión con la humanidad.
El documento de la Conferencia de Aparecida nos hace recordar en otras
palabras ciertos elementos que hacen parte de la vida de la Iglesia
hoy, con una expresión que está en perfecta armonía con el proceso del
Proyecto Hipona. “Así se mira la realidad con ojos iluminados por la
fe y un corazón lleno de amor. [La Iglesia] proclama con alegría el
Evangelio
de
Jesucristo para iluminar la meta y el camino de la vida humana, y
busca, mediante un discernimiento comunitario abierto al soplo del
Espíritu Santo, líneas comunes de una acción realmente misionera.”
En otras palabras, creo que podamos afirmar que, a través del Proyecto
Hipona – Corazón Nuevo, hemos querido buscar una experiencia de vida
agustiniana en la cual los creyentes puedan encontrar la presencia del
Espíritu en la experiencia de auténtica comunión, que es testimonio
por su misma naturaleza. Será desde esta experiencia que podremos
vivir “alegrándonos” por haber visto al Espíritu entre nosotros.
Nuestra vida de comunión, integralmente unida a nuestra acción
pastoral que es siempre “misionera”, siempre iluminada por la vocación
misionera, se desarrolla según las opciones de la Iglesia, como signo
de comunión con todo el Pueblo de Dios.
Durante estos días, nos dedicaremos a evaluar, viendo las luces y
sombras que están presentes hoy en nuestra vida. Sería mi esperanza
que podremos discernir la presencia del Espíritu – entre nosotros, en
nuestras comunidades y circunscripciones, y en nuestras obras – y como
Bernabé, como la Virgen María, podremos alegrarnos a descubrir las
maravillas que el Señor ha obrado entre nosotros. Y muy importante en
este momento: mientras estamos celebrando la conclusión de un proceso
(el Proyecto Hipona – Corazón Nuevo), nos podemos comprometer una vez
más al “espíritu de Conocoto”, un espíritu dinámico de renovación y de
búsqueda continua para responder a los desafíos de la Nueva
Evangelización, que no puede terminar. Es un espíritu que no puede
limitarse a un espacio de tiempo definido, porque nadie puede limitar
la acción del Espíritu de Dios, y de hecho, como veremos si somos
sinceros en nuestra evaluación, aún no hemos terminado.
Quiero terminar con una cita de san Agustín – conocida por nosotros,
pero muy apropiada para esta celebración:
¡“Sigan trabajando”! Sería un eco del mismo pensamiento de san Agustín,
que nos anima a seguir caminando, con profunda fe y convicción:
“Yo todavía avanzo, aún camino, todavía estoy en ruta, todavía estoy
en tensión, aún no he llegado. Por lo tanto, si también tú caminas, si
estás en tensión y prestas atención a lo que ha de venir, olvida el
pasado, no pongas tu mirada en él, para no anclarte en el lugar donde
has puesto tus ojos. Acuérdate de la mujer de Lot… Desagrádate siempre
lo que eres si quieres llegar a lo que aún no eres, pues donde
encontraste algo, allí te paraste. Cuando digas: “Es suficiente”,
entonces pereciste. Añade siempre algo, camina continuamente, avanza
sin parar; no te pares en el camino, no retrocedas, no te desvíes.
Quien no avanza, está parado; quien vuelve al lugar de donde había
partido, retrocede.” (Serm. 169,15).
Hermanos, hemos caminado mucho durante estos años. No nos paremos, y
no volvamos para atrás. La Iglesia, el pueblo necesita de nosotros:
nuestro modelo de vida, nuestro testimonio, el entusiasmo y la alegría
que nace por haber visto la gracia de Dios en medio de la comunidad de
los creyentes. Sigamos caminando, con la valentía de seguir renovando
nuestra vida, nuestro servicio al Pueblo de Dios.
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