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Encuentro Continental de Educadores
La Cultura de la Paz


MEDIO AMBIENTE Y CULTURA DE PAZ

P. Joaquín García, OSA

Director del CETA

Echemos una mirada a vuelo de pájaro a la geografía del Perú; volando más arriba, a los países andinos; aún más arriba, a la totalidad de territorios de América; por encima de las fronteras que separan los Estados, al Planeta Azul. Caeremos en la cuenta de la infinita diversidad de espacios, suelos, espejos de agua, ecosistemas, nichos de vida, especies y pueblos que ha sembrado la Creación. Solamente en este país hay 84 ecosistemas, de los cuales 31 están en la Amazonía, 17,144 especies de flora, 361 de mamíferos, 1701 de aves, 297 de reptiles, 315 de anfibios, 797 de peces... Un caleidoscopio deslumbrante, un destello inefable, un resplandor de alborada, donde cada cosa tiene su color irrepetible y es, al mismo tiempo, un mosaico gigantesco que se asocia a la unidad de un conjunto cósmico de proporciones inalcanzables. Mirando atentamente a la realidad que nos circunda comprendemos la complejidad de las interrelaciones y redes de sus partes e integramos la unidad que da sentido a cada cosa y que la evolución va haciendo transformarse en cada momento del río de la vida que no vuelve.

Todo tiene un origen y un destino común. La armonía dialéctica entre las formas de concreción individual(Störig: 780), desde la microscópica bacteria hasta las estructuras más complejas, mantiene el equilibrio en una permanente adaptación a las tensiones internas que se generan (Capra: 129, 136).

Comencemos por preguntarnos: ¿Qué es la vida? Los creyentes en el Dios de la Vida, en el poder de su Creación, no podemos parapetarnos en abstracciones y gene-ralidades, y dejar de escudriñar lo más en profundo que hay en ella, hasta en sus niveles mínimos de la biología molecular, que en el siglo XXI ya ha comenzado a anunciar nuevos paradigmas para la historia. Hay que aproximarse más y más al misterio de la vida en su constitución físico química antes de apresurarnos a definir una ética y una conducta coherente con ella . Hay que profundizar en el origen biofísico de la Vida, y acompañar desde el interior de la ciencia los procesos de inculturación y de cambio de paradigmas que se producen en el mundo (Duve: 1999; Soberón:12). Son demasiados los casos en que dogmáticamente la Iglesia ha ido a contrapelo de la ciencia y de la historia

Nos preguntamos también: ¿Qué es la paz? En esta tensión evolutiva , pueden generarse conflictos entre el ser y el tener, entre el poder y la libertad, entre el centro y la periferia, entre estados y estados, entre bloques y bloques. La estabilidad dinámica consiste precisamente en establecer las bases de una armonía, permanente y tensa, entre diferentes polos y posibilitar un equilibrio entre las partes en conflicto, teniendo en cuenta todas las variables, que superen la lógica cartesiana.

El genial novelista inglés Aldous Huxley escribió hace medio siglo "Un mundo feliz". En estilo ácido y corrosivo relata en esta obra una parábola de lo que ha de ser el mundo occidental del futuro. Sus peores vaticinios se han cumplido: triunfa el consumismo y la comodidad, y se han sacrificado valores esenciales a la supervivencia sobre la tierra, siguiendo el rumbo lineal del desarrollo.

Mi hipótesis es que, como decía Marcel Proust, "el verdadero viaje del descu-brimiento no consiste en mirar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos". La paz subyace al universo y hay una manera nueva de vivirlo desde una experiencia interior profunda, desde una espiritualidad que transcienda a los modos tradicionales de comprensión religiosa, es decir, se trata de lograr una religación macroecuménica. La propuesta implica una nueva percepción de la realidad, no sólo para la ciencia y la filosofía sino también para los negocios, la política, la sanidad, la educación y la vida cotidiana, que tiene como meta un nuevo orden mundial a partir de una sociedad sólidamente democrática (Capra: 25). El deterioro ambiental, no hay otro modo de contrarrestarlo, no puede ser entendido aisladamente sino en una perspectiva sistémica.

1. LA VIDA

Al comenzar la década de los treinta, estaban definidas las bases del pensamiento sistémico. A él se había llegado por distintos caminos: la biología organicista, la sicología de la Gestalt, la ecología, la física cuántica y la física nuclear. Más tarde, el descu-brimiento del ADN y el ARN, base del código genético, han dado una fundamentación de tal alcance a esta teoría que se ha convertido en piedra angular del pensamiento filosófico distante al esencialismo y a la abstracción especulativa.

El pensamiento sistémico sostiene que las partes no tienen sentido por sí solas sino que forman conjuntos, sin los que carecen de sentido. Emergen de las relaciones entre las partes y constituyen la configuración de vinculaciones ordenadas que los caracterizan. Las propiedades sistémicas quedan destruídas cuando la estructura se disecciona y fragmenta en elementos independientes. Es un cambio fundamental en el pensamiento mecanicista newtoniano, donde la relación entre el todo y las partes queda invertida. El pensamiento sistémico, según lo dicho, se caracteriza por su contextualidad. No se da en elementos aislados; es un patrón dentro de una inseparable red de relaciones: organismos, ecosistemas y sociedad. Se trata de nueva comprensión de los vivientes, interconectados e interdependientes. En esta perspectiva, el hambre del mundo no sería mera cuestión de los países que la sufren; requiere una solución planetaria (Capra: 25).

Autoorganización

En la década de los setenta surgieron dos novedades en la investigación: la matemática de la complejidad y la autoorganización, que guarda dentro de sí concepto de patrón, que serían las formas de interrelación entre los componentes. Es algo más que los átomos y las moléculas, algo inmaterial e irreductible. Podemos decir que el patrón de organización es común a todos los seres vivos en forma de red.

En el caso del cerebro las formas como se asocian los cromosomas, los genes, las moléculas desplazan cualquier febril imaginación:

"La estructura del cerebro humano es extraordinariamente compleja. Contiene alrededor de mil millones de células nerviosas (neuronas) interconectadas en una vasta red a través de un billón de conexiones (sinapsis). Puede ser subdividida en subsecciones o subredes que se comunican entre sí en forma de red. Todo ello origina patrones intrincados de tramas interconectadas, redes anidando en el seno de redes mayores.

La primera y más obvia propiedad de cualquier red es su no linealidad, va en todas las direcciones. Por lo tanto las relaciones en un patrón son relaciones no lineales. En particular un estímulo o mensaje puede viajar en un camino cíclico que puede convertirse en un bucle de retroalimentación. El concepto de retroalimentación está íntimamente ligado al patrón de red" (Capra: 100).

Lo mismo que la red bacteriana logró sobrevivir frente a un medioambiente cambiante que amenazaba hostilmente su existencia -luz solar, meteoritos, erupciones volcánicas, sequías e inundaciones- captando energía, agua y alimento para mantenerse con vida. Sobrevivió gracias a dos elementos vitales: el ADN para reproducirse y la rapidez con que lo hacía.

Autopoiesis

Humberto Maturana fue un neurocientífico chileno que después de hacer estudios en Inglaterra y Estados Unidos, regresó a la Universidad de Santiago y asoció a sus investigaciones a su alumno Francisco Valera. Con él acuñaron un neologismo: AUTOPOIESIS, derivado del griego auto, propio, y poiesis, CREACION. Pretendían demostrar que la estructura de los seres vivos es la manifestación física de su organización. En este sentido "se trataría de una red de procesos de producción, en la que la función de cada componente es participar en la producción o transformación de otros componentes. De este modo la red se hace a sí misma continuamente. Es producida por sus componentes y, a su vez, los produce. Es un sistema vivo, el producto de su operación es su propia organización" (Capra: 112). Recordemos a este propósito el profundo alcance de la Carta de San Pablo a los Corintios cuando nos habla del Cuerpo Místico (I Cor 12, 12-30).

Al evolucionar el mundo, en una dinámica incontenible, se va haciendo más complejo. "El cosmos tiene su propia subjetividad, enriquece la vida interior. Es espiritual. Sumergirse en la comunión solidaria con este universo saturado de energía, con la dinámica de este mundo permanentemente transfigurado es entrar en la senda de una ecología interior que nos podrá llevar hasta el nivel de éxtasis místico. El cosmos, más que un agregado informe de elementos materiales, es una comunión de sujetos que establecen lazos de intimidad, de sensibilidad, de solidaridad, de reciprocidad, de acogida, de confianza" (García: 4). Todo lo que forma parte de nuestro ser, de nuestro cuerpo, de nuestras neuronas y moléculas es el resultado de la evolución después del estallido de la energía del primer Big-Ban que reventó en las formas materiales y cuyas bacterias primigenias arribaron hasta la forma más compleja de nuestra expresión vital de hoy.

2. SOCIEDAD

En nombre de la linealidad emergió en el mundo el fundamentalismo de la verdad abstracta, origen de los autoritarismos, intolerancias y violencias. La condensación de este espíritu en conceptos contrapuestos como civilización-barbarie, de raíz grecorromana, cristiana y hegeliana (Leopoldo Zea. "Discurso desde la marginación y la barbarie". México: FCE, 1990) impidió que percibiéramos el mundo americano y amazónico (sus civilizaciones, su espacio, su geografía, su cosmovisión) como alteridad y diferencia. Eran simple y llanamente sociedades atrasadas, espacios y vida salvaje, que era necesario domesticar. El "geist" del tiempo lineal marca el rumbo de la historia, y solamente embarcándose en él será posible el progreso que hoy, arrogantes, hemos denominado desarrollo. La holística tiene una dimensión subjetiva y espiritual que nos pone en condiciones de entender lo otro desde lo otro mismo, y al otro desde la percepción de ser distinto.

Albert Einstein con su Teoría de la Relatividad ha demostrado fehacientemente que nada hay igual a nada y que todo es relativo. El espacio, el tiempo y la masa eran tres nociones básicas que entran a formar parte de la concepción de la materia. "Una longitud de cinco centímetros, una duración de cinco segundos, una masa de cinco gramos, tendrán cinco centímetros, cinco segundos y cinco gramos en todos los lugares, en todas las circunstancias, o, para emplear el término científico, en todos los sistemas imaginables". Pues bien, Einstein demostró a través de impecables formulaciones teórico matemáticas que "longitud, duración y masa, constantes en un sistema en reposo, varían con la velocidad de los sistemas en movimiento" (PAPP: 247). Las verdades más incontrovertibles comenzaban a hacer agua. Las cosas ya no eran como eran: todo era cambiante. Un mundo nuevo comenzará a emerger.

Nuestra hipótesis de relación entre la Vida y la Paz se sustenta en que existe una vinculación de raíz ontológica por su procedencia común entre ecosistemas y comunidades.

Desde que hace dos mil millones de años la vida sobre la tierra se ha desarrollado mediante combinaciones cada vez más complejas de cooperación y coevolución. La tendencia a asociarse, a establecer vínculos, a vivir unos dentro de otros y en definitiva, a la cooperación, es una de las características más distintivas de los procesos de evolución de la vida. Interdependencia, reciclaje, asociación, flexibilidad, diversidad y, como consecuencia de todos, sostenibilidad, son conceptos fundamentales en una nueva comprensión del mundo.

A medida avanza el siglo XXI, la supervivencia de la humanidad dependerá en gran parte de nuestra alfabetización ecológica, de nuestra capacidad de comprender estos principios de ecología y vivir en consecuencia. Podríamos traer aquí algunos ejemplos Biodamaz es un proyecto de investigación de la diversidad biológica de la Cooperación Finlandesa con el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) que parte de la hipótesis de que a distintos suelos de distintas eras geológicas corresponden diversidad de hábitats, de especies endémicas que provocan diversidad de formas de cultivo (KALLIOLA: 1992).

La tragedia de nuestro tiempo está en que la naturaleza es cíclica, mientras el desarrollo cartesiano-baconiano es lineal. La ansiedad de la competitividad puede agotar la sostenibilidad de la humanidad. Las señales que se adelantan constituyen en sí una amenaza.

Hay un desprecio estructural por la naturaleza que, conforme han ido avanzando los instrumentos de la civilización tecnológica, ha ido acelerando sus destrucción irre-versible.

Hoy por hoy no es compatible el proyecto del hombre con el proyecto de la vida.

No podemos, por supuesto, reproducir las formas instintivas de los ecosistemas. Conciencia, lenguajes, cultura y valores como la justicia y la democracia son propios de la libertad del ser humano. Pero también son fruto de esa misma libertad, la perfidia, el odio, la destrucción. Lo que podemos y debemos aprender de ellos es cómo vivir sosteniblemente. "A lo largo de más de tres mil millones de años de evolución, los ecosistemas del planeta se han organizado de formas sutiles y complejas, para maximizar su sostenibilidad. Esta sabiduría de la naturaleza es la ciencia de la alfa-betización ecológica" (Capra: 107). Solamente así podremos construir una comunidad humana sostenible.

Esta idea nos lleva a otras reflexiones. ¿Será que comienza la guerra cuando emerge el primate humano en la cadena de la evolución? La sociobiología ha defendido el condicionamiento de la conducta social a partir del medio en que habita y de las condi-ciones de transmisión genética del pasado. Esto significaría optar por un determinismo que nos privaría de la libertad, aunque no podemos negar que lo condiciona y limita. Las sociedades de animales que, estableciendo diferencias y hasta conflictos, nunca acaban con la muerte del competidor. El vencedor afirma su liderazgo con cierto sometimiento que podríamos llamar simbólico que nunca llega a la muerte:

Tiene éxito en el sentido de la selección aquel que consigue transmitir su configuración genética a las generaciones del futuro con más fuerza que sus competidores. Lo decisivo no es el número de actos de procreación, sino el número de descendientes que consiguen alcanzar la madurez sexual. En el sentido de la evolución no es el individuo como tal el que tiene éxito, sino sólo el individuo, como portador de genes... (Störig: 788).

Desde hace poco tiempo ha comenzado a plantearse el lugar de los animales en la creación, que en la imagen tradicional occidental judeocristiana habían logrado una atención muy marginal en su relación con el hombre, su dueño y señor. Están equi-parados a las cosas muertas. Son escasas las excepciones que atribuyen a los animales y a la naturaleza un lugar de preferencia en el contexto del origen común en los comienzos de la vida en el Planeta. Sto. Tomás mismo dice en la Suma Teológica que "Dios no le pregunta al hombre qué hace con los bueyes y con otros animales".

Vivir en sociedad, en armonía significa experimentar el mundo universo y sus diferencias, imitando los procesos de la naturaleza, y. como resultado de esta dialéctica, puedan surgir formas novedosas inimaginables de crecimiento, de inéditas configura-ciones. La riqueza no está en la uniformidad ni en la unanimidad de criterios, sino en la diversidad concertada, imitando los complejos procesos de la naturaleza, sintiéndonos uno con ella y avanzando hacia nuevos estadios o niveles de vida. Concertar, incluso en medio de los antagonismos más irreconciliables, siempre es posible.

Esta propuesta es lo que en el fondo pretende el megaproyecto AMAZONIUM: desarrollar una cultura de la diversidad biológica que dé cabida de modo orgánico y holístico a todas las diferencias en el bosque húmedo: ecosistemas, especies, genes, diversidades culturales, propuestas de desarrollo, etc. Aspira a rescatar y dinamizar los conocimientos, desde los más simbólicos y espirituales hasta los biofísicos, tecnológicos y materiales, para posibilitar el desarrollo de una cultura armónica desde las diferencias de cada subsistema o especie.

Nuestra percepción del mundo, por ello, no puede ser parcial, aislada, descontex-tualizada, sino integral e integradora. La ecología alcanza así una nueva dimensión: Reconoce la interdependencia fundamental entre todos los fenómenos y el hecho de que, como individuos y como sociedades estamos todos inmersos en (y finalmente dependientes de) los procesos cíclicos de la naturaleza (Capra: 28).

A este respecto, dice Capra:

Toda fluctuación ecológica se desarrolla dentro de unos límites de tolerancia. Existe siempre el peligro de que todo el sistema se colapse cuando una fluctuación transgrede dichos límites y el sistema no es ya capaz de compensarla. Lo mismo se puede aplicar a las comunidades humanas. La falta de flexibilidad se manifiesta en forma de estrés. El estrés se da cuando una o más variables del sistema se llevan a sus valores extremos, lo que induce una creciente rigidez a través del mismo. El estrés temporal es un aspecto esencial de la vida, pero el estrés prolongado resulta perjudicial y destructivo. Estas consideraciones conducen a la importante conclusión de que la buena gestión de un sistema social -una compañía, una ciudad, un sistema económico- significa el descubrimiento de los valores óptimos de sus variables. El tratar de maximizar alguna de dichas variables en lugar de optimizarla, conducirá irremediablemente a la destrucción del sistema como un todo (Capra: 312).

De ahí dependerá la estrategia de la resolución de conflictos, al conocer desde el equilibrio las posiciones de ambos polos más que recurrir a decisiones rígidas. La alfabetización ecológica supone el equilibrio entre las partes.

Por otra parte, cuanto más compleja sea la red, más grande será la complejidad de su patrón y mayor su resistencia. La diversidad biológica de los ecosistemas es fuente de fortaleza. La diversidad étnica y cultural de los estados modernos estará basada en el respeto a su diversidad. De aquí deriva un factor fundamental: la interdependencia que consolidará los vínculos entre los componentes y la comunidad entera. Interdependencia, reciclaje, asociación, flexibilidad, diversidad y sostenibilidad constituyen el camino para adentrarnos llenos de esperanza en el milenio en marcha. Asumir los principios de la ecología profunda y vivir en consecuencia con ellos.

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