Boletín 2007
no. 1 Palabras de Introducción
Discurso del Secretario-General Luiz Augusto de
Mattos Acta de la
Asamblea Homilia de
Clausura
Teologado Latinoamericano
Noticias de Brasil
Curso para Preparación de Votos Solemnes
Noticias Breves
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PALABRAS Y PALABRITAS AL FINAL DE LA ASAMBLEA
(Viernes, 2 de febrero del 2007)
Hace muchos años (1990) en mi primera salida al extranjero como fraile, me
tocó asistir a la Asamblea de OALA, y tuve que asumir la coordinación de
Pastoral Misionera e Indígena, quien me animó fue Fr. Valdir (+); a partir de
esa experiencia, tuve muy buenos maestros y compañeros a quienes simplemente
les quedo agradecido sin decir nombres.
Mi Vicariato en este caminar fue, es y será siempre mi apoyo, pues no sólo mis
hermanos mayores, sino también las nuevas generaciones vienen haciendo el
caminar conjunto, a ellos mis agradecimientos; a la actual directiva y todas
las anteriores, simplemente decirles, que intentaremos seguir haciendo NUESTRA
LA OALA.
Las ideas e historias que pasan en estos momentos por mi cabeza son distintas
y variadas, permítanme simplemente presentar a continuación algunos ejes que
considero válidos y motivadores para vivir estos tiempos de cambios o como
dice Toffler: “ésta época de cambios”, en estos tres ejes de reflexión: la
realidad, la experiencia de “lo otro diferente” y la actualidad de nuestro
carisma.
La realidad de América Latina y de nuestras circunscripciones, nos permiten
ver un momento para buscar elementos básicos de “re-encantar la vida”, eso
quiere decir, que en medio del desencantamiento, en medio del pesimismo
generalizado, preguntarnos en que medida los religiosos (en el sentido
etimológico de religar, volver a unir) podemos ser pequeñas lucecitas para que
nuestro pueblo, aquel por el cual hemos optado y asumido nuestra opción de
vida, pueda encontrar razones para esperar, construir y soñar con un mundo
donde podamos caminar juntos.
Para ninguno de nosotros es extraño, que el pesimismo, la vuelta a los
fundamentalismos, la falta de “utopía y ucronía”, nos está llevando a una
“cultura del contentamiento” o dicho de manera más actual, a ser muy buenos
economistas (mínimo esfuerzo y máximo rendimiento), para lo cual no es difícil
encontrarnos con argumentos que justifiquen nuestras posturas o el simple
acomodarse en propuestas de oposición o rechazo, razón por la cual, todos
indirectamente nos afiliamos al POP (Partido de Oposición Permanente).
Las propuestas de análisis, pueden ser variadas, más creo que hay tres ejes
básicos que debemos rescatar: el compromiso con la gente, el compromiso con la
Orden y la Iglesia, los cuales sólo tienen razón de ser, sí cada uno asume,
busca y construye un encuentro constante con el RESUCITADO.
El segundo eje es la “presencia de lo otro diferente”, es interesante ver
dentro los distintos análisis, cómo todos desde una postura plenamente
posmoderna hablamos de la caída de los trascendentales, de que no existen los
universales, pero que sí exigimos que el otro sea como nosotros o simplemente
comenzamos a querer instituir, implantar o acusar la carencia o exceso de
determinadas propuestas y posturas.
Aceptar lo otro diferente, desde mi pequeña experiencia en Bolivia, creo que
es aceptar que sólo cuando sepamos que el otro existe, podremos afirmar
nuestra presencia en este planeta, eso implica derechos y deberes, de ahí la
capacidad necesaria para hoy, pues sólo en la medida en que entendamos que lo
diferente nos enriquece, que lo diferente me abre a “buscar para encontrar y
encontrar para seguir buscando”, podremos superar los seudo-fundamentalismos,
mimetizados en nuestras posturas estrechas.
Asumir lo diferente, es estar abiertos a nuevas propuestas, es saber que a
pesar de nuestras seguridades, debemos estar concientes que nuestras
inseguridades son todavía mayores, eso implica necesariamente un estar
abiertos a un “encuentro con el otro/a” desde un intentar conocerse a sí mismo,
para conocer a los demás.
Para ello como frailes agustinos de y en América Latina, considero que la
coherencia y transparencia, son ejes fundamentales de reconocimiento de lo
otro diferente, eso no implica igualdad ni uniformidad, sino un estar “de bien
con la vida”, eso quiere decir: saber reír juntos, saber llorar juntos, saber
jugar juntos, en fin saber “sentir-vivir” como eje fundante de nuestra
cotidianidad.
Eso implica por lo tanto, un formarnos continuamente, un leer mucho y hablar
poco, un respetar a ese pueblo que nos da su respeto y cariño y ante todo su
confianza, pues nuestra misión deberá siempre buscar el dar lo mejor de
nosotros para todo aquel que no puede tener acceso, además de ser agradecido,
para aquel otro diferente y en muchos casos desconocido, que nos permite tener
las mejores comodidades en nuestro caminar.
Por último, la actualidad de nuestro carisma, o mejor dicho la actualidad
permanente de nuestro carisma, considero que las ciudades cada vez tienen más
gente, que las calles cada vez están más llenas, que las luces de la alegría
del consumo diurno y nocturno, nos dan pequeños espacios de huída del mundo,
para poder escondernos en las cuevas oscuras de la soledad y la depresión.
La soledad es buena y creo que vale la pena invitarla a que alguna vez nos
visite, más también no podemos permitirle que se quede indefinidamente, puesto
que eso nos lleva a depresiones peligrosas, donde no solamente se niega al
otro diferente, sino que nos auto-negamos y autodestruimos; en sociedades como
las nuestras, la validez de nuestro carisma es tan grande que ni nos damos
cuenta, pues ¿cuántos nos buscan simplemente para ser escuchados? ¿Cuánta
gente, que simplemente quiere tener alguien a lado? Y las preguntas podrían
seguir indefinidamente, ya que muchas veces nosotros también somos grandes
solitarios, viviendo la experiencia del sueño de una comunidad.
Es ahí, donde encuentro la importancia de nuestro carisma, ya que en la medida
en que demos el paso de iniciar ese proceso nosotros y no “los otros”,
mantendremos la actualidad y dinamicidad de nuestro carisma, no se trata de
ofrecer o no determinadas propuestas, sino de vivir, de no faltarnos el
respeto a nosotros mismo, el saber ser simplemente humanos, pues como decía
San Agustín: “Hombre soy y entre hombres vivo y nada de lo humano me es ajeno”,
y así podremos sentirnos vivos.
Considero que las respuestas, cuestionantes y ante todo expectativas son
múltiples y variadas, más también creo que nuestro carisma tiene una
actualidad tan inmensa y en muchos casos mal aprovechada y manejada por
nosotros mismos.
Para terminar, quiero hacer referencia a las exigencias de la OALA para el
mundo de hoy: profética, misionera y motivadora.
Sólo seremos profetas si somos capaces de no olvidar nuestras raíces desde las
cuáles optamos para asumir nuestra opción de vida, además de no olvidar que
simplemente debemos ser agradecidos a tantos hermanos que nos dieron la
posibilidad de continuar ese bello trabajo que ellos comenzaron, con actitud
crítica a nivel personal, comunitario y social.
Misioneros, con dos claves fundamentales, de llevar el mensaje donde quiera
que nos toque actuar, desde la comunidad más alejada, hasta el trabajo más
académico y científico que podamos realizar, para eso debemos tener la plena
convicción de ser buenos vendedores, es decir, creer firmemente que lo que
vendemos es un producto válido y necesario, para no caer en la tentación de
ser “simples vendedores de palabras”.
Motivadora, pues quien no está convencido en lo que hace y quiere vivir a
pesar de sus pasiones e intereses, se convierte en mero vendedor de palabras,
con lo cual se cae en el peligro de llevar medias palabras y medias verdades;
sólo motiva, quien es capaz de sentir que vale la pena soñar, vale la pena
construir algo nuevo y siente que a pesar del tiempo y la distancia, a pesar
del largo o corto camino recorrido puede escuchar en el camino la voz anónima
de la historia, la cual nos permite creer y hacer posible el reconocimiento
del resucitado en el partir y compartir o en un parafraseo: partir para
compartir.
No se olviden, que “tristes revoluciones, hacen tristes revolucionarios”,
“tristes agustinos, harán tristes nuestras vidas agustinas”, razón por la cual
se hace necesario un poder avanzar para soñar y soñar para avanzar.
Quiero terminar agradeciendo de manera particular a Fr. Juan Pedro y en nombre
de él a toda la Provincia de Holanda, que me apoyan incondicionalmente en
todas mi locuras cotidianas; a P. Roberto Prevost, al P. Jesús Guzmán y a
Miguel Ángel, por estar simplemente ahí; a los compañeros de camino, muchas
veces no vistos, sino encontrados en el camino como Joaquín, Paco Morales,
Laureano Andrés (+) por haberme enseñado a creer en la OALA y ante todo a Dios,
por siempre ponerme nuevos desafíos, con ellos y con ustedes, aún cuando tengo
una mala voz, quisiera cantar: Gracias a la Vida que me ha dado tanto.
Fr. Juan Richar Villacorta Guzmán osa
Secretario General de la OALA
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