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Fr. Fabricio Alejandro Moreno Jimenez

El concepto democratización de la comunicación puede abarcar un campo semántico tan amplio que se correría el riesgo de confundírselo con el de la democratización de la propia sociedad, o bien puede reducirse su denotación, con muchas veces ocurre, a la mera expansión del alcance de los medios masivos a una mayor proporción de la población.

Para soslayar esta ambigüedad, la Comisión MacBride, establecidas por la UNESCO (1) para estudiar los problemas contemporáneos de la comunicación, formuló el siguiente concepto: cabe definir la democratización, diciendo que es el procesos mediante el cual:

a. el individuo pasa a ser un elemento activo y no un simple objeto de la comunicación;
b. aumenta constantemente la variedad de mensajes intercambiados;
c. aumentan también el grado y la calidad de a representación social en la comunicación o de la participación

Dentro de su aparente simplicidad, esta definición contiene una inmensa variedad de dimensiones de índole filosófica, política, histórica, jurídica, sociológica, económica, tecnológica.

Algunos ejemplos bastarán para dramatizar las vasta implicaciones subyacentes a esta definición e la democratización:

Para que el individuo, es decir, todos los individuos sean un elemento activo y no un simple objeto de la comunicación, debe la sociedad considerar a todos los hombres de igual valor, independientemente de su raza, color, religión, sexo, cultura y status socio-económico. Este grado de evolución filosófica evidentemente está lejos de haber sido alcanzado por el mundo actual donde hay países en los cuales el negro es un ser inferior, otros países donde los indígenas poseen el status legal de menores irresponsables y otros en que los analfabetos no tiene derecho al voto. Existen entre nosotros indígenas que excluyen a la mujer del ministerio sagrado y gobiernos que aplican tratamientos psiquiátricos reservados normalmente a los locos o disidentes que profesan ideas diferentes de las oficialmente aprobadas.

Por otra parte, debido a la estructura social desequilibrada, el acceso democrático a la comunicación parece encontrar obstáculos en los propios individuos: según Brasil Bernstein (2), los códigos restringidos que caracterizan al vocabulario y la sintaxis de las clases proletarias -producto de estrategias de socialización al nivel familiar que no estimulan al desarrollo intelectual y lingüístico - colocan a los miembros de estas clases por fuera de los círculos políticos, en los cuales prevalecen los códigos elaborado fluidamente manejados por los miembros de las clases más altas, cuyas estrategias de socialización proveen ricos estímulos intelectuales.

Aumentar constantemente la variedad de los mensajes intercambiados exige que sea posible primero el intercambio de mensajes. Pero esto demandaría no solamente la alteración de la tecnología de los medios y su descentralización geográfica, sino también la modificación de los patrones de propiedad de dichos medios y de sus formas de gestión y programación, lo que implicaría una drástica reformulación jurídica de los procedimientos de adjudicación y control.

Y aquí se entraría de lleno en la controversia política (de bases financieras) como lo atestigua las luchas trabadas por las asociados de propietarios de medios contra la UNESCO y las políticas nacionales de comunicación por ella propugnadas.

Desde otro ángulo, el aumento de la representación social den la comunicación y de la participación no se refiere a una lucha que comenzó recientemente sino a una larga secuencia en la que los ciudadanos acompañaron el progreso constante hacia la libertad y la democracia, historia que atravesó sucesivamente por las luchas por la libertad de creencia, la libertad de opinión, la libertad de expresión, la libertad de recibir información y muy recientemente, el derecho a la comunicación.

Cada una de estas etapas significó un avance del propio concepto que el hombre tiene de sí mismo, pues aceptar un nuevo derecho implica aceptar la existencia de una nueva necesidad humana básica. Recordaremos que durante muchos siglos la educación no fue considerada un derecho del individuos, simplemente porque n se había llegado a la convicción de que el hombre necesita educarse.

En el derecho de comunicarse está ocurriendo la misma cosa. Según Jean Dárcy (3), progenitor del nuevo concepto: El derecho del hombre a la comunicación todavía es solo un concepto por venir en proceso de gestación. Fue enunciado por primera vez en 1969,proyectándolo hacia el futuro y como posible rumbo de la investigación.

No debe extrañarnos pues, que el propio Sergei Losev (4), uno de los miembros de la Comisión MacBride, haya hecho incluir su voto disidente en el informe final, con el siguiente comentario:

El derecho a la comunicación no es un derecho internacional reconocido, ni en el plano nacional, ni en el internacional. Por consiguiente, no debería ser examinado tan ampliamente ni abordado de este modo en nuestro informe.

Pero, ¿en qué consiste este nuevo derecho a la comunicación? Para la Comisión MacBride? (5):

Todo el mundo tiene derecho a comunicar. Los elementos que integran este derecho fundamental del hombre son los siguientes, sin que sean de modo alguno limitativos: a) el derecho de reunión, de discusión, de participación y otros derechos de asociación; b) el derecho de hacer preguntas a ser informados, a informar y a otros derechos de información; y c) el derecho a la cultura, el derecho a escoger, el derecho a la protección de la vida privada y otros derechos relativos al desarrollo del individuo.

Explicando el alcance de este derecho, entenderemos claramente la oposición de S.Losev, director general de la TASS en la URSS.

En resumen, se ha podio notar que el concepto de democratización de la comunicación posee un referente extremadamente amplio y complejo. Para la Comisión Internacional de la UNESCO (6), dicho concepto:

Comprende evidentemente el suministro de medios más numerosos y más variados a un mayor número de personas, pero no puede reproducir, simplemente a unos aspectos cuantitativos y a un suplemento de material. Implica un acceso mayor del públicos da los medios de comunicación, pero el acceso no es sino uno de los aspectos de la democratización. Significa también unas posibilidades mayores - para las naciones, las fuerzas políticas, las comunidades culturales, las entidad4es económicas y los grupos sociales - de intercambiar informaciones en un mayor plano de igualdad, sin una dominación de los elementos más débiles y sin discriminaciones contra nadie.

El problema básico de la democratización de la comunicación consiste en la ausencia de la democracia participativa genuina en nuestra sociedad y en la presencia de poderosas fuerzas nacionales e internacionales contrarias a la modificación de la actual estructura del poder y de privilegios.

(1) MacBride S., et.al - Un solo mundo, voces múltiples. Comunicación e Información en nuestro tiempo. Fondo de Cultura Económica, México/UNESCO, París, 1980.
(2) Citado en Mueler, Claus - The Politics of Communication, Oxford University Press, New York, 1973.
(3) D´Arcy, Jean - El Derecho del Hombre a la Comunicación - Cuadernos de Comunicación No. 53, nove. 79. México. P.6-17
(4) MacBride, S., et.al., obra citada, p.300
(5) MacBride, S., et.al., obra citada, p.301
(6) MacBride, S., et.al, op.cit.p.302.

Juan E. Diaz Bordenave Fuente del documento: Cuadernos de Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación No. 18. Ediciones CIESPAL 1.995 Quito, Ecuador.