Cuaderno de Trabajo No. 2:
Carta
de Introducción
Perspectivas
teóricas de la infancia y de la adolescencia
Inculturación del Ratio Institutionis
en América Latina
Parte
I
Parte
2
Justicia Y Paz Desafío de la OALA
Parte
1
Parte
2
Parte
3
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INCULTURACIÓN DE LA RATIO INSTITUTIONIS EN AMERICA LATINA
Y EL CARIBE
Encuentro de Formadores OALA - Panamá, 1998 (Parte 2)
III. FACTORES DETERMINANTES DE Y EN LA FORMACIÓN
El proceso formativo desde la inculturación y actualización
tiene que partir de un conocimiento y estudio profundo del marco
de la realidad y de los elementos doctrinales dentro de los
cuales vivimos y nuestros candidatos se forman.
1. Contexto humano, social y cultural
"La formación se desarrolla en un contexto sociocultural
concreto que ejerce por sí mismo una gran influencia.
Independientemente de la etapa de la formación en la
que uno se encuentre, sea inicial o permanente, somos formados
en y por nuestro mundo y no al margen de él. Por eso
tenemos que aprender a dialogar en una situación religioso-cultural
plural. Esto exige de nosotros una actitud de apertura y respeto.
Requiere también por nuestra parte una familiaridad con
la siempre cambiante situación global de la Humanidad
en sus dimensiones políticas, sociales y económicas,
de tal manera que podamos analizar críticamente sus valores
dominantes, desde la perspectiva del Evangelio, siempre con
la vista puesta en los 'signos de los tiempos'.
En el proceso formativo estamos llamados a comprender que los
candidatos son herederos de la realidad sociocultural, económica,
familiar, religiosa, en la cual nacen, viven, y maduran. "En
este sentido, los grandes cambios del mundo actual y los problemas
de nuestra civilización moderna no pueden ser de ninguna
manera meros elementos marginales en la formación."
Entre los desafíos que deben ser tratados, destacamos:
la globalización del sistema neo-liberal, la cultura
moderna y posmoderna, los medios de comunicación social
y el mundo de la informática, la tendencia a acentuar
la cultura juvenil , con sus valores y antivalores (transmitidos
a través de la música, la moda y el culto de los
héroes); la tendencia a la subjetividad, la acentuación
de lo no-racional, la vuelta a lo sagrado; y otros factores
prevalentes, como las sectas, la dignidad de la mujer, los derechos
humanos, los movimientos alternativos (p. ej. ecológicos,
ONG's, la Iglesia profética; opción por los pobres,
los excluidos y los jóvenes, etc.).
El formador debe estar atento a la realidad de cada formando
y de todo el contexto histórico del continente para contribuir
a una formación más integradora y libertadora.
2. Identidad - ser religioso-agustino
El agustino en América Latina debe ser caracterizado
por un perfil de religioso que incluye los siguientes elementos:
2.1. Hombre de fe: reconoce la necesidad de la dimensión
transcendente en su vida.
2.2. Inquieto y comprensivo: Busca la verdad, y comprende la
diferencia del otro y la pluralidad de la realidad.
2.3. Contemplativo y comprometido: Capta e interpreta los signos
de los tiempos y toma parte en la transformación de la
Iglesia y la sociedad mediante su encarnación de los
valores del Reino.
2.4. Humanamente integrado: Vive con armonía y coherencia
las varias dimensiones de la vida humana (afectiva, psicológica,
sexual, comunitaria, social etc.)
2.5. Comunitario-social: Es capaz de romper el individualismo
utilitario y hedonista en búsqueda de una relación
fraterna de comunión; está abierto al diálogo
y crea relaciones interpersonales profundas y significativas.
Promueve perdón y reconciliación.
2.6. Solidario: Asume la causa de los pobres, y de los excluidos
de la sociedad.
2.7. Profético: Con valentía y lucidez crítica,
anuncia la Buena Nueva y denuncia los mecanismos, intereses
y grupos que niegan la justicia.
2.8. Libre y liberador: Lleva una vida de libertad para amar
y servir a los demás y se involucra en el proceso de
liberación de todo lo que oprime la vida.
2.9. Alegre y esperanzador: Cree en la experiencia Pascual,
con optimismo y certeza de la victoria de nuestro Dios.
Esta identidad asumida mediante un proceso de formación
(inicial y permanente), inspira un modelo de ser agustino que
lo compromete con el proyecto del Reino de Dios en nuestra realidad.
3. Vida comunitaria - Relaciones interpersonales
Los jóvenes vienen de un contexto donde la realidad
no les ayuda a experimentar el compartir la vida en comunidad.
Sin embargo sus anhelos más profundos demuestran una
búsqueda en tal sentido. Por lo tanto, nuestra formación
debe estar caracterizada por los siguientes elementos:
3.1. Comunicación y diálogo (diálogo abierto,
respetuoso, sincero, fraterno.).
3.2. Formación en los afectos y sentimientos, donde el
trato refleja el amor
fraterno y la amistad agustiniana. Hay un trato familiar, cercano
y de confianza que permite compartir la vida personal.
3.3. Corresponsabilidad, participación y gratuidad que
implican un creciente
sentido de pertenencia.
3.4. El aspecto fraterno de la igualdad y el respeto por la
diferencia.
3.5. Servicio, donde los hermanos sean los animadores y servidores
de la comunidad. "La fecundidad de la vida religiosa depende
siempre de los grandes valores cristianos del amor y la humildad."
3.6. Una vida sencilla. Conciencia y apertura a la realidad
de vida del origen de muchos de los formandos y de la mayoría
de nuestro pueblo. Donde la vida de la comunidad ha de estar
influenciada por la realidad del contexto en que vive.
3.7. Formación para una tensión en la dinámica
comunitario-social, donde la situación de marginalidad
que vive nuestro pueblo y la realidad histórica nos interpelan
y nos convocan a la conversión.
4. Experiencia eclesial y social
Los documentos de la Iglesia, en especial Vaticano II, los
latinoamericanos Medellín, Puebla y Santo Domingo, y
los de la Orden han reflexionado sobre un determinado modelo
de Iglesia: profético, opción preferencial por
los pobres, inculturado, ecuménico, con participación
de los laicos, la pluriculturalidad y etnicidad, y otros.
Los formandos vienen con un concepto de Iglesia que en algunos
casos es más consciente y en otros no. Es necesario que
la formación tenga claramente precisado el modelo de
Iglesia que transmite.
La formación debe presentar teórica y vivencialmente
una experiencia de compromiso pastoral y social que esté
de acuerdo a la realidad socio-cultural latinoamericano en que
está inserto el proceso formativo. Hay que formar en
su espíritu crítico frente a los modelos eclesiales
que no se adecuan al Magisterio eclesial latinoamericano (Medellín,
Puebla, Santo Domingo). Tenemos que formar en el espíritu
eclesial que sustenta los procesos que se están realizando
en nuestra Orden en América Latina y el Caribe, a través
de la experiencia del espíritu de Conocoto y del Corazón
Nuevo.
Para la formación es muy importante la práctica
pastoral porque esta experiencia vivencial profundiza, fundamenta
e ilumina las opciones teóricas de la formación.
También inserta a los formandos en la vida concreta con
actitud de discípulo. Al mismo tiempo favorece el proceso
de conversión de los formandos al compromiso eclesial
y con el Pueblo de Dios.
5. Modelos de formación
Pensar en una formación de rostro latinoamericano y
caribeño, exige partir de nuestra situación y
realidad concreta. Pues un modelo de formación abstracta,
único y universal no responde a las expectativas de un
proyecto encarnado, claro y específico.
Todo carisma es don del Espíritu, y por lo tanto debe
ser vivenciado con dinamismo y apertura para encarnarlo dentro
de la situación histórica. El carisma es siempre
el mismo, pero su expresión es original. Por eso la renovación
del modelo de formación implica una disposición
de escuchar la voz del Espíritu y descubrir las necesidades
específicas de cada lugar, de cada conjunto cultural,
sin un modelo pre-establecido.
Por eso la formación debe partir de lo específico
de cada realidad - lo cultural, social, económico, religioso,
etc. - lo cual reestructura o redefine el testimonio, la experiencia
de vida, el sentido de ser religioso, en una situación
concreta. Esto implica una creatividad en la vida, una inculturación
de los valores de cada cultura, del pueblo, de cada país.
La inserción en la vida concreta del pueblo, y nuestro
compromiso en la Iglesia, van a tener como consecuencia una
creatividad en la manera de pensar los medios (votos, programa
de vida, el horario y hasta la misma comida, la manera de ser
comunidad, la liturgia y oración comunitaria, la manera
de hacer pastoral, de pensar teológicamente, etc.) que
determinan y dinamizan nuestra vida cotidiana.
Sobre todo, nuestra Razón de Ser como agustinos es lo
que define los modelos de formación y de vida comunitaria.
"Ante todas las cosas, queridísimos Hermanos, amemos
a Dios y después al prójimo, porque estos son
los mandamientos principales que nos han sido dados."
6. Perfil del formador
6.1. Hombre con experiencia en el marco de la realidad latinoamericana.
6.2. Inculturado e insertado que respeta y asume los valores
propios del contexto en que vive y el cual se da la formación.
6.3. Preparado para asumir el servicio de la formación,
y capaz de trabajar en equipo, que puede complementar mutuamente
a los demás miembros del equipo "al servicio de
una visión coherente y consistente de la formación
en la Iglesia local y universal."
6.4. Animador de vivencias de la espiritualidad del seguimiento.
6.5. Promotor de diálogo.
6.6. Asume la identidad agustiniana y vive con convicción
los elementos propios de nuestra espiritualidad: búsqueda
de Dios, comunión y servicio a la Iglesia y al mundo.
7. Perfil de formando
Somos conscientes que cada formando tiene su propio ritmo
e interioridad en la vivencia de cada etapa de la vida religiosa
o de cada momento de la formación, diferencias que es
preciso comprender, aceptar y acompañar.
7.1. Como hombre, el formando ha de ser responsable de la propia
formación y ha de crecer en la conciencia de que es responsable
último de este proceso; asume un estilo de vida en el
que "lejos de considerar nuestro modo de vida como un puerto
seguro o una "fuga mundi", debe entenderlo y experimentarlo
como un camino de gracia para comprometerse con la vida en toda
su plenitud, con sus luces y sombras."
7.2. Como cristiano, ha de vivenciar y potenciar su proceso
formativo desde una experiencia de fe en Jesucristo manifestada
en la vivencia de la interioridad, la misericordia y la justicia.
7.3. Como religioso, participa en la vivencia de la identidad
del religioso agustino, conforme a los factores indicados arriba
en la parte III,2.
IV. CONCLUSIÓN
Después de reflexionar sobre el itinerario que desde
nuestra realidad presentan los criterios fundamentales para
formar agustinos y trabajar en la formación en América
Latina y el Caribe, y haciendo eco del punto # 2 de la Ratio,
nos urge ahora desde nuestra realidad y visión el que
en cada circunscripción se elabore (o reelabore) el plan
de formación para cada etapa, teniendo en cuenta este
trabajo de adaptación que es consecuencia de la aprobación
en la Asamblea General de OALA en Panamá (Proyecto 14,
1995), y fruto del Encuentro de Formadores realizado en Panamá
en 1998.
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