Sin tu fe en Dios, tu vida
queda descolgada de su origen y de su destino. Y por ello,
encerrada en la más oscura prisión: partiste de la nada
y caminas hacia la nada; tu vida entonces se reduce,
afirma Agustín a “nacer, trabajar y morir”: Todo verdadero
esfuerzo por superarte y ser mejor, se queda entonces sin
motivación consistente. Y te limitarás igualmente a
buscarte alegrías igualmente superficiales y sin
consistencia: la alegría de la fiesta y
los placeres; la alegría de los aplausos, la riqueza, el poder y la fama.
“¡Qué pena apegarse a las
cosas porque son buenas, y no amar al Bien que las hace
buenas…” (Trin..
VIII, 3,5).).