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EL CLIMA EDUCATIVO EN LOS COLEGIOS AGUSTINOS
(P. Alejandro Moral, OSA)
Clima escolar o “ecología educativa”, según algunos autores. Es un
término relativamente nuevo y que ha suscitado un gran interés en los
últimos años y puede hacer referencia a una serie de factores distintos:
color del aula, temperatura, humedad, calidad del aire, y otros de avance
tecnológico como proyección digital, laboratorios, teatro, gimnasio,
biblioteca, disponibilidad de TV, etc.
Sin embargo, cuando la mayoría de los autores habla de clima escolar, y en
el contexto de los resultados académicos y formativos de los alumnos y
alumnas, las variables que se debaten principalmente, no son ecológicas,
tecnológicas o arquitectónicas. Se habla del ambiente interpersonal, el
estilo de relaciones que existe en la comunidad escolar y que experimentan
los diversos grupos (sus percepciones cotidianas) y su impacto sobre los
resultados del alumnado.
Un resumen de algunos de los elementos (El clima escolar agustiniano, F.A.E.,
Madrid 2002, que también señala algunos de los instrumentos empleados para
medir algunos de estos factores y Examining School Climate: Defining Factors
and Educational Influences, por Megan L. Marshall):
- Número y cantidad de las interacciones entre adultos y alumnos;
- sentimientos de confianza y respeto hacia los alumnos y docentes;
- relación entre alumnos y padres;
- número de encuentros entre padres y docentes;
- contenidos de la relación entre alumnos y docentes;
- encuentros entre los alumnos, padres y profesores;
- sentimientos de seguridad y tamaño del centro;
- factores ambientales: edificios, aulas, etc.;
- actividades de carácter religioso…
II. METODOLOGÍA
Una reflexión agustiniana sobre el clima escolar representa un desafío, ya
que el concepto de “escuela” para San Agustín es muy diferente. En el mundo
agustiniano, la experiencia escolar para todos los alumnos era de un solo
docente (hoy son muchos en un colegio o escuela, en un curso u otro),
independientemente del nivel: primaria, secundaria, etc.
Se hace necesario, pues, una cierta cautela a la hora de sugerir como
debería ser el clima de un colegio agustiniano. Es necesario partir de
nuestra realidad contemporánea, centrarnos en la dinámica actual en relación
con el clima escolar, y buscar en las obras y experiencias de Agustín sus
reflexiones e intuiciones que puedan servirnos para describir este tema.
III. CLIMA Y RELACIONES
Empezamos en primer lugar con el significado de clima escolar en cuanto a
las relaciones, la seguridad, la confianza y el respeto para alumnos y
profesores. Iniciamos con estos elementos porque siempre aparecen como los
más importantes y principales en cualquier escuela.
Los estudios presentan pruebas abundantes del impacto de estos elementos del
clima escolar en los resultados estrictamente formales de la educación y en
objetivos más amplios de crecimiento psicológico y espiritual de los alumnos.
Su influjo se extiende a la mente y al corazón, y tanto para bien en algunas
ocasiones como para mal en otras.
Consideramos algunos ejemplos:
- Se ha descubierto que en momentos de cambio (por ejemplo paso de primaria
a secundaria, etc.), existe el riesgo de que los alumnos se sientan
decepcionados y se desvíen de su trayectoria (es importante que exista un
clima escolar positivo y de apoyo para que puedan superar estos cambios.
Existe evidencia de que este tipo de entornos protege a los alumnos del
peligro, especialmente en el caso de los chicos).
- A través de varias tragedias en colegios estadounidenses –como la famosa
masacre de Columbine High-, los estudios realizados por los servicios
secretos estadounidenses y el FBI, hallaron, que ninguna de las hipótesis
estudiadas estaba detrás de los hechos (si eran niños ricos mal criados, o
si eran alumnos pobres desfavorecidos, si el éxito significaba para ellos un
reto importante, fracaso escolar…), no obstante, encontraron que una
característica común, aunque no única, de los responsables de estas masacres,
era un sentimiento de falta de conexión con la comunidad educativa. Tanto
ellos como los grupos a los que pertenecían no eran valorados en el colegio.
A sus experiencias y relatos no se les prestaba atención y se consideraban
marginados. La primera recomendación fue que los centros deberían conectar
mejor con el alumnado, prestando atención al clima escolar.
- El pedagogo español Abilio de Gregorio afirma que el concepto clave para
entender la dinámica que envuelve estos hechos es la confianza del alumno en
si mismo y en el profesor. A su vez, la clave de este concepto es la imagen
personal o la imagen positiva de uno mismo (“La relación de confianza
profesor-alumno, clave de la educación”, en El clima escolar agustiniano,
F.A.E., Madrid 2002).
Sabemos que adquirimos la imagen propia y de nuestro valor personal, no a
través de nosotros mismos, sino a través de la interacción con los demás.
Las dos fuerzas más importantes en el logro de este concepto positivo de uno
mismo son nuestras experiencias en la familia y en el colegio.
Abilio de Gregorio argumenta la importancia de este concepto positivo de uno
mismo en la madurez y en la seguridad de los dominios cognitivos, afectivos
y sociales. Presta una atención especial a la madurez afectiva: cuanto mayor
sea el apoyo por parte del educador ante la necesidad básica profunda del
niño o del adolescente de sentirse valioso, mas sentirá este la confianza
básica que se traduce en una identificación con el profesor y con lo que le
ofrezca en el aprendizaje. Esta dimensión afectiva actúa como un filtro del
mensaje. Si esta ausente, se frustrara esta tendencia básica a la autoestima
y nos encontraremos con resistencia y rechazo. No sólo se rechaza a la
persona sino también lo que enseña.
San Agustín reconoció estos elementos hace muchos años:
“Ahora bien: si nos aburre repetir muchas veces las mismas cosas, sabidas e
infantiles, unámonos a nuestros oyentes con amor fraterno, paterno o materno,
y fundidos a sus corazones, esas cosas nos parecerán nuevas también a
nosotros. En efecto, tanto puede el sentimiento de un espíritu solidario,
que cuando aquellos se dejan impresionar por nosotros que hablamos, y
nosotros por los que están aprendiendo, habitamos los unos con los otros: es
como si los que nos escuchan hablaran por nosotros, y nosotros, en cierto
modo, aprendiéramos en ellos lo que les estamos enseñando… Y esto tanto mas
cuanto mas amigos son, porque a través de los lazos del amor, cuanto mas
vivimos en ellos tanto mas nuevas resultan para nosotros las cosas viejas”
(Cat. rud. 12,17).
Agustín entiende claramente la necesidad de generar en nuestros alumnos una
sensación del valor que tienen para nosotros, alentando su confianza e
interés. Es muy consciente de que la libre curiosidad es una fuerza mucho
más poderosa en el aprendizaje que la obligación por temor (Conf. I, 14).
Vamos a examinar más de cerca su percepción acerca de lo que favorecía el
aprendizaje en su aula.
IV. EL CLIMA EN EL AULA DE AGUSTIN
San Agustín era un maestro experto a pesar de no haber enseñado nunca en un
colegio moderno. Su experiencia en el aula y sus reflexiones sobre la
enseñanza ofrecen algunos indicadores del clima que podríamos esperar en un
aula y en un colegio agustiniano actual.
En el mundo romano, la educación se dividía en tres niveles: literatus (aprendizaje
elemental de la lectura y la escritura), grammaticus (nivel en el que los
alumnos aprendían gramática), y rhetor (nivel terciario en el que la
retórica era el estudio de la comunicación y de las leyes). San Agustín
estudio los tres niveles y su experiencia de cada uno de ellos era
estimable.
El clima de muchos centros escolares actuales, que a menudo implica un
número elevado de personal docente y de servicios y miles de alumnos, es una
realidad nueva y distinta.
Uno de los indicios más conmovedores que tenemos del clima o de la atmósfera
que existía en el aula de Agustín, figura en las notas acerca del tiempo que
empleaba en la enseñanza de su hijo Adeodato y de los hijos de sus amigos
que se habían unido con el en Casiciaco, cerca de Milán, después de su
conversión. Había abandonado su puesto como retórico en la casa del
Emperador y no tenía ningún deseo de seguir esta profesión de la manera
habitual, pero, sin embargo, se hizo cargo con entusiasmo de la tarea de
educar a estos hombres jóvenes… Los debates animados, la investigación con
sus alumnos, la percepción de las diferentes etapas de formación de sus
alumnos en distintos temas, su sensibilidad ante este hecho y el aprendizaje
de lo que todavía desconocían, sin que sintieran vergüenza frente al resto
del grupo, formaban parte de su enseñanza.
Estos enfoques se relacionan con su comprensión fundamental sobre lo que
representa ESEÑAR Y APRENDER. ¿Qué significa enseñar? ¿Qué significa
aprender?. El papel de un educador es hacer que el alumno se plantee
preguntas, que crezca su curiosidad, y crear el momento adecuado para el
aprendizaje. Las clases consistían, muy a menudo en un diálogo entre los
alumnos y el profesor. Todos participaban, hablaban y discutían. En esta
atmósfera y con esta metodología, vemos que Agustín pone en práctica su
creencia fundamental acerca de la naturaleza de la enseñanza y el
aprendizaje. Los alumnos, con la ayuda del Maestro interior, se enseñan en
última instancia a sí mismos.
“Mas una vez que los maestros han explicado las disciplinas que profesan
enseñar, las leyes de la virtud y de la sabiduría, entonces los discípulos
consideran consigo mismos si han dicho cosas verdaderas, examinando según
sus fuerzas aquella verdad interior. Entonces es cuando aprenden; y cuando
han reconocido interiormente la verdad de la lección, alaban a sus maestros,
ignorando que elogian a hombres doctrinados mas bien que a doctores, si, con
todo, ellos mismos saben lo que dicen. Mas se engañan los hombres en llamar
maestros a quienes no lo son, porque la mayoría de las veces, no media
ningún intervalo entre el tiempo de la locución y el tiempo del conocimiento;
y porque, advertidos por la palabra del profesor, aprenden pronto
interiormente, piensan haber sido instruidos por la palabra exterior del que
enseña” (Mag. 14, 45).
El ejemplo contrario es muy útil en la apreciación de este conocimiento.
También el profesor puede obstaculizar el aprendizaje: porque les falta
paciencia, porque no tienen interés en los alumnos, porque enseñan
alborotadamente, etc (tiene un texto Agustin en S. 47,9).
¿Defiende Agustín que la misión de un colegio y de un profesor es
simplemente alentar y nutrir? La respuesta es claramente negativa. Agustín
reclama un enfoque diferente. Una respuesta no satisfará a todos y exigirá
un esfuerzo muy significativo por parte del profesor, algo que no ocurrirá
con un comportamiento permisivo, alentador y cercano. El enfoque de Agustín
requiere un trabajo duro e inteligente por parte del docente en tres niveles:
1. En primer lugar, el docente tiene que crear un sentimiento de confianza
por parte de los alumnos hacia él. Es, sin duda, un reto actual: “Así, pues,
cuando su estado de ánimo permanece oscuro a nuestros ojos, debemos intentar
con las palabras todo cuanto pueda servir para despertarlo y, como si
dijéramos, para sacarlo de sus escondrijos. Incluso el excesivo temor que le
impide expresar su propia opinión debe ser suprimido por una cariñosa
exhortación, e insinuándole si comprende, y se le debe inspirar plena
confianza, a fin de que exprese libremente lo que tenga que exponer” (Cat.
Rud. XIII, 18).
2. En segundo lugar, se requiere un verdadero conocimiento de la realidad
propia del alumno y llegar a meterse dentro de él, en su propia piel.
Exhorta a que los profesores se adapten a las distintas personalidades
dentro de una clase y a responderles de acuerdo con esa diversidad. Es decir,
enseñanza individualizada. Este conocimiento por parte del profesor es
esencial:
“Y como quiera que, a pesar de que a todos se debe la misma caridad, no a
todos se ha de ofrecer la misma medicina: la misma caridad a unos da a luz y
con otros sufre, a unos trata de edificar y a otros teme ofender, se humilla
hacia unos y se eleva hacia otros, con unos se muestra tierna y con otros
severa, de nadie es enemiga y de todos es madre” (Cat. Rud. XV, 23).
Agustín es consciente de la importancia del clima dentro del aula. No se
trata de ningún reto indiferente, ya que supone la necesidad de controlar no
sólo el clima en el aula, sino también una serie de microclimas que implican
la relación del docente con cada alumno.
3. En tercer lugar defiende una presentación de la materia en cuestión, de
modo que despierte la curiosidad de los alumnos y sirva para construir sobre
lo que el alumno ya sabe, y se aproveche el conocimiento y experiencias
existentes:
“Así proceden algunos buenos maestros con los muy amantes de la sabiduría,
capaces ya de ver, pero faltos de agudeza. A la buena disciplina toca llegar
a ella por grados, pues llegar sin orden es de una inefable dicha” (Sol I,
14,23).
El enfoque de Agustín requiere un trabajo duro e inteligencia por parte del
docente en tres niveles: a) ganarse la confianza de los alumnos; b) una
verdadera relación de amor hacia el alumno que implique conocimiento y
atención a cada individuo y c) un conocimiento competente de la disciplina
que es objeto de estudio.
Un modo de describir el colegio o el clima del aula es conectarlo con el
tipo de relaciones que dominan entre el profesor y el alumno. A veces, se
utilizan cuatro categorías para ver los enfoques dirigidos a mantener las
normas sociales y los limites de conducta en el aula, pero pueden aplicarse
al clima del aula e incluso a la pedagogía. En cada uno de estos cuatro
tipos de aulas, varía el nivel de reto del aprendizaje y apoyo del alumno.
Estas dos variables se pueden situar en ejes, de manera que las cuatro
categorías del clima del aula se relacionen entre ellas, como muestra la
figura. Este enfoque nombra los cuadrantes por el modo en que el docente
mantiene relaciones y responde al comportamiento de los alumnos.
Reto (establecimiento de los limites, disciplina)
1. En un aula autoritaria, el foco es la actividad del docente. El docente
realiza actividades, influyendo a los alumnos. El docente da clases y los
alumnos atienden. Las opiniones de los alumnos, su conocimiento anterior y
su persona no tienen gran valor en la interacción del aula. Existen límites
muy estrictos en su modo de participación. La mala conducta es tratada
punitivamente, en lugar de una manera educativa. El enfoque se caracteriza
por A.
2. En un aula negligente, el docente no se preocupa por los alumnos en
absoluto y puede simplemente centrarse en presentar el material sin
referencia al impacto en los alumnos. La mala conducta puede ignorarse y la
relación con el alumno es prácticamente inexistente. El enfoque se
caracteriza por la palabra NO.
3. En un aula permisiva, el foco son las actividades del alumno. La actitud
del docente es atender los caprichos y deseos del alumno sin ninguna
interacción con la experiencia o conocimiento más extensos del docente. Si
bien el docente trabaja PARA el alumno, no existe ninguna relación real, ya
que todas las acciones del docente son para el alumno. Los alumnos
establecen la agenda. El enfoque se caracteriza por la palabra PARA.
4. En el cuarto tipo de aula, a veces llamada aula reparadora o relacional,
el foco de atención se sitúa en la relación entre el profesor y el alumno.
Existe un nivel alto de compromiso por parte del docente de nutrir y alentar
a cada alumno. El nivel de reto para los estudiantes es alto, ya que el
docente les impulsa a avanzar, existe un gran respeto del alumno hacia el
docente y viceversa, sin que desaparezca el buen clima de relación. Este
tipo de aula se caracteriza por ser reparadora y relacional. Se representa
con la palabra CON.
En el aula reparadora, la mala conducta se considera en términos de una
ruptura de la relación entre el profesor y el alumno y/o entre alumnos. El
camino para avanzar es a través de la reparación de las relaciones.
V. IMPLICACIONES PARA UN CENTRO EDUCATIVO AGUSTINIANO
Si en un colegio agustiniano las aulas se comprometieron con este modelo
reparador/relacional, el clima del colegio en conjunto también lo estaría.
De lo contrario, los enfoques en conflicto minarán la eficacia del colegio.
Tiene que haber coherencia en toda la comunidad educativa.
El reto que plantea Agustín es “vivir juntos en unión de alma y corazón, y
honrad los unos en los otros a Dios, de quien habéis sido hechos templos”
(Reg. I, 9). Esta es la visión de Agustín para su comunidad religiosa.
Una imagen que tiene de su Iglesia es la de profesores y alumnos
participando en una gran aula. Al dirigirse a su comunidad como maestro les
advierte: “Por tanto, con la ayuda del Señor, os serviremos lo que el nos
conceda, recordando y teniendo bien presente en el ánimo nuestro de servir,
para hablar no en calidad de maestro, sino de servidor; no a discípulos,
sino a condiscípulos; porque tampoco a siervos, sino a consiervos. Sólo hay
un maestro para todos, cuya escuela y cátedra están en la tierra y en el
cielo respectivamente” (S. 292, 1).
Como comunidad cristiana, un colegio agustiniano es parte de esta escuela
más extensa que tiene a Cristo como su verdadero Maestro, a quien todos los
miembros deben lealtad. En cierta manera, conforta que Agustín nos recuerde
que “todos somos condiscípulos” (S. 292, 1). Para los colegios agustinianos,
se trata de una visión que fomenta la participación y la implicación
genuinas en la misión. Ciertamente, si la imagen del aula en Casiciaco se
aplicase a nuestros colegios, este sentido de estar todos juntos
comprometidos (alumnos, profesores, padres…) con un objetivo común, seria
seguramente parte de nuestra visión y reflejaría el tema de nuestra
comunidad educativa.
También compartimos un elemento de insatisfacción, ya que nos esforzamos en
crear el verdadero clima del Reino de Dios en nuestras comunidades, porque
con Agustín creemos que somos peregrinos, caminantes, no residentes:
“Pruébate también a ti mismo y desagrádate siempre lo que eres, si quieres
llegar a lo que todavía no eres. Porque donde te agradaste, allí te
plantaste. Si dices: ‘Ya basta’, estas perdido. Aumenta siempre, progresa
siempre, avanza siempre; no te pares en el camino, no vuelvas atrás, no te
desvíes. Quien no avanza, se detiene; vuelve atrás quien vuelve a las cosas
de donde se había separado; se desvía quien apostata. Mejor va un cojo por
el camino que un buen atleta fuera del camino” (S. 169, 18).
VI. ENTORNO FISICO Y MATERIAL
Nos centramos ahora, con mayor brevedad, en la agrupación de factores
asociados con el clima escolar que interpretan la palabra clima más
literalmente, es decir, aquellos que se refieren a los factores físicos del
entorno (como las características materiales de los edificios y aulas, las
instalaciones, las actividades extraescolares, la calidad del aire, etc.).
Hasta hace poco, el entorno físico no era una prioridad importante. No
obstante, hoy hay expertos muchos en educación que señalan la influencia de
todos estos elementos citados anteriormente y de otros no escritos.
En principio, podría parecer que existe un ligero desacuerdo con nuestra
cultura agustiniana. De hecho, el derroche en el entorno físico podría
considerarse como la participación en el derroche consumista que forma gran
parte de la cultura moderna. Efectivamente, Agustín nos advierte que “es
mejor desear poco que tener mucho” (Reg. III, 18). De hecho, su advertencia
de que lo que gastamos en exceso priva a otras personas de los medios
necesarios de supervivencia, sugiere que estamos implicados en una especie
de hurto o de planteamiento insolidario si no limitamos nuestro consumo de
recursos. No obstante, el mismo Agustín no aboga por la privación ni por el
rechazo de los dones de Dios en la creación o en su uso, tanto en la
arquitectura como en el mobiliario de los edificios… y siempre hay que
trabajar teniendo presente el lugar donde nos encontramos.
Quizá, podemos deducir, por analogía con algunos textos de San Agustín, la
importancia en atender el color, la luz y el mobiliario. Estos elementos que
forman la ECOLOGÍA educativa, pueden realzar el entorno en el que tiene
lugar el aprendizaje. En este contexto, el educador agustiniano debería,
seguramente, comprometerse a crear un entorno físico edificante que ayude al
aprendizaje, pero sin fomentarlo o sin participar en exceso.
ALGUNOS COMENTARIOS FINALES
Un comprensión mas profunda de la relación entre el clima escolar y los
resultados educativos positivos se deriva de una reevaluación de lo que es
la educación y los resultados positivos. Ya no pensamos que una educación
adecuada consiste en dominar cada vez más información y ser capaz de
reproducir lo que el docente enseña. Hemos vuelto, en algún sentido, a la
creencia de que la educación abarca “la mente y el corazón”. Educar es
ayudar a las personas jóvenes en aquello que estén co-creando; en lo que es
su autoeducación de acuerdo con el plan de Dios sobre cada persona. Hemos
vuelto a la comprensión de un convencimiento de Agustín:
“Empléese la ciencia como un cierto andamio por el cual va subiendo la
estructura de la caridad, que permanece para siempre, aun después de la
destrucción de la ciencia” (Ep. 55,21,39).
Somos también conscientes de que el objetivo final de la educación es el
“amor¨, que es la clave de la felicidad, y de llegar a convertirse en uno
con Cristo.
“Por consiguiente, teniendo presente de que la caridad debe ser el fin de
todo cuanto digas, explica cuanto expliques de modo que la persona a la que
te diriges, al escucharte crea, creyendo espere y esperando ame” (Cat. Rud.
IV, 8).
No es sorprendente, por lo tanto, que una comunidad educativa agustiniana
con un clima que se traduzca en el estilo de unas relaciones interpersonales
fuertes, esté bien encaminada para alcanzar este objetivo ultimo.
PREGUNTAS:
I. IDENTIDAD DE UN CENTRO EDUCATIVO AGUSTINIANO:
1. ¿Estás convencido que el alma de la educación radica en la filosofía que
la anima, y en el Ideario que la preside?.
2. ¿Cuáles son las características que definen con mayor claridad la
identidad o el perfil de una escuela agustiniana?.
3. En el centro donde educas ¿Cuáles son las tres notas agustinianas mas
resaltadas en el Ideario? ¿te identificas con ellas?.
4. ¿Nuestros colegios agustinianos cuentan con un Ideario, con unos
principios que los definen cómo se trabaja y como se podría trabajar este
Ideario para identificarnos más con él?.
II. LA COMUNIDAD EDUCATIVA:
1. ¿Amas tu vocación como educador y disfrutas con ella o, por el contrario,
te encuentras fuera de lugar?.
2. ¿Confías en los educandos con los que trabajas y tratas de estimular sus
potencialidades o te rindes en cuanto encuentras alumnos “rebeldes” que
suponen un esfuerzo mayor?.
3. En la pedagogía agustiniana el elemento fundamental es el amor ¿educas,
además de con tus enseñanzas y consejos, con tu propio testimonio?.
4. ¿Cuáles son las cualidades fundamentales que resaltarías en un educador
de un colegio de perfil agustiniano?.
III. EL CLIMA EDUCATIVO EN LOS COLEGIOS AGUSTINOS:
1. ¿Puedes describir el enfoque del clima escolar, en el aspecto relacional,
que debería emplear un profesor que sigue los pasos de Agustín? ¿y una
comunidad?.
2. ¿Podemos concluir que el colegio o el profesor que desee seguir los pasos
de Agustín debe apoyar un clima que se base en el cuadrante REPARADOR Y
RELACIONAL?
3. ¿Cómo crees que debemos actuar en el elemento físico de la escuela? ¿conviene
crear centros, si es que se puede económicamente, que estén en condiciones
materiales inmejorables o, por el contrario es mejor centros más sencillos y
que estén al alcance de más personas? Relaciona el tema desde el Ideario.
4. Sugiere algún elemento nuevo, importante, que se puede añadir a los
señalados sobre el clima educativo en los colegios agustinos.
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