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Crónica
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SALUDO - PRIOR GENERAL
CAPÍTULO ORDINARIO GENERAL
03 SEPTIEMBRE 2007
En nombre de los miembros del Consejo General y de
las Comunidades de la Curia y del Colegio S. Mónica, es para mí un
placer y un privilegio darles la bienvenida a Roma, a este el 182
Capítulo General de la Orden de San Agustín.
En la ocasión de mi primera visita a Eslovaquia hace unos años, tuve la
oportunidad de hablar con el obispo de Kosice, que estaba muy contento
de la presencia de los agustinos en su diócesis. Me contó de la primera
vez que los agustinos hablaron con él sobre la posibilidad de establecer
una comunidad allí. Su respuesta fue afirmativa, y él utilizó una
hermosa imagen para expresar su deseo de acoger a la Orden. “La Iglesia
es un mosaico” dijo, “y el mosaico no estará terminado hasta que los
agustinos no tengan una comunidad en esta diócesis.” Esa imagen del
mosaico expresa una dimensión importante en la vida de la Iglesia: la
belleza que se puede descubrir en la diversidad, y el profundo sentido
que hay que descubrir cuando comprendamos la unidad creada por todas las
distintas piezas. (Este ejemplo es apropiado y fácilmente entendido si
tomáis un poco de tiempo para reflexionar sobre el nuevo mosaico de la
capilla del Colegio Santa Mónica.) Creo que podamos hablar de la Orden
como un mosaico, compuesto de muchas culturas y lenguas. Y nosotros
reflejamos la realidad de la Iglesia, formada por tantas piezas, todas
unidas en el único Cuerpo de Cristo.
Al inicio de este Capítulo General, es importante que pensemos sobre la
contribución que la Orden puede dar, en su unidad en la diversidad, a la
Iglesia y el mundo de hoy. La vida de la Orden será guiada por el
trabajo realizado durante las próximas semanas. Las Constituciones, en
el número 435, expresan en una síntesis excelente cuál es la finalidad
de del Capítulo: “El Capítulo General, reunido ‘para procurar el bien
común material y espiritual de todos los Hermanos,’ es el principal
acontecimiento en la vida de la Orden. Por eso debe ofrecer y
transparentar en todo su esplendor el testimonio del espíritu
agustiniano y la unidad de almas y corazones. Busquen, pues, los Vocales,
conscientes de su grave responsabilidad, el bien común de la Orden.”
Son varios los elementos de este número que merecen algún comentario –
mas yo quiero mencionar dos puntos. “El Capítulo debe ofrecer y
transparentar en todo su esplendor el testimonio del espíritu
agustiniano y la unidad de almas y corazones.” Esta afirmación presenta
un claro reto a todos nosotros. En el capítulo este año, están
representados casi 50 países donde la Orden actualmente está trabajando,
y este año, los participantes vienen de 29 naciones distintas. Mientras
los encuentres o reuniones internacionales no son novedad para la
mayoría de nosotros, tenemos delante de nosotros nuevos desafíos que
exigen un aprecio más profundo de la naturaleza internacional de nuestra
Orden. Es una realidad que nos urge a buscar nuevos caminos para servir
mejor en la Iglesia, precisamente por ser quienes somos como agustinos.
Tenemos en nuestra Orden una capacidad enorme para ser testigos de la
unidad y promotores de la comunidad y la comunión en el mundo de hoy.
Una de las posibles consecuencias de esta renovada y creciente realidad
internacional de la Orden es que no sólo tenemos que seguir organizando
y promoviendo encuentros internacionales (capítulos, cursos,
organizaciones, etc.), sino también tenemos que considerar muy
seriamente la urgencia de crear comunidades y misiones (u obras)
internacionales (y entonces inter-circunscripcionales) en la Orden.
Por supuesto, esto ya está sucediendo en la Orden: hay noviciados,
comunidades de profesos (estudiantes), institutos de teología, etc. Más
y más, en parte pero no totalmente debido a estas experiencias en la
formación inicial, hay un deseo más grande de buscar nuevas maneras para
superar los límites de nuestras estructuras actuales para ofrecer un
testimonio vivo de lo que significa promover unidad en una sociedad
globalizada.
Dedicaremos un tiempo significativo durante el Capítulo a la renovación
de la primera parte de las Constituciones – y por lo tanto, el
“testimonio del espíritu agustiniano” estará delante de nosotros,
ocupando gran parte de nuestras deliberaciones. Vamos a dedicar un
tiempo considerable para conocer las diferentes comunidades y misiones
de las regiones principales de la Orden hoy, continuando así el
desarrollo del tipo de información que se daba en el último Capítulo
General Intermedio. Por medio de estas presentaciones que veremos de las
organizaciones regionales de la Orden, esperamos promover mayor
conocimiento y comprensión mutua, con el fin de promover en un sentido
real la “unidad de almas y corazones”, nuestra vocación en el mundo.
Entre los documentos que han sido preparados para el trabajo de este
Capítulo General, está el Instrumentum laboris, que lleva por título “La
Renovación de la Vida Agustiniana”. Mientras reconocemos que hace ya
muchos años que estamos hablando de la renovación, es importante
reconocer que – como nos dice san Agustín – aún no hemos llegado al
destino.
“Somos al mismo tiempo perfectos e imperfectos. Perfectos en nuestra
condición de caminantes, imperfectos porque aún no hemos llegado a la
meta...Avanzad, hermanos míos, examinaos honestamente una y otra vez.
Poneos a prueba.” “…Debemos ser conscientes de que lo verdaderamente
importante es renovar nuestra vida: algo que no se hace simplemente a
base de papeles o documentos, sino que debe llegar a la experiencia y a
la vivencia personal y comunitaria. Lo que exige un proceso de cambio y
conversión: una auténtica renovación interior, que va unida al cambio de
estructuras, exige renovar también la formación y repercute
necesariamente en la misión.”
Este es el verdadero desafío que nos espera hoy como Orden, y nuestro
futuro dependerá de la respuesta que podremos dar – individualmente y
como comunidad. Este el es desafío – continuo y siempre presente – que
encontramos hoy delante de nosotros al comienzo del 182 Capítulo General
de la Orden de San Agustín.
¡Hermanos, una vez más, bienvenidos a Roma! Confiamos en la intercesión
de María, nuestra Madre de Buen Consejo, y pidamos que el Espíritu Santo
sea nuestro guía mientras buscamos responder a la misión que hemos
recibido, renovando nuestra vida como seguidores de san Agustín en el
espíritu del Evangelio, para que por medio de nuestra comunión de vida
podamos ofrecer hoy un testimonio claro y eficaz al Pueblo de Dios.
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