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CONTEMPLACION Y ACCION


Tres clases de vida

En su obra, La Ciudad de Dios, Agustín describe tres tipos ases de vida: la contemplativa, la activa y una tercera, consistente en la mezcla de las dos anterirores. Claramente prefiere esta tercera forma mixta, que es la contemplación combinada con una tarea pública. Nadie debe estar tan absorto en lacontemplación como para desentenderse del bien del prójimo, ni tan atareado que descuide el contemplar la verdad divina. La contemplación no es una mera actividad intelectual, pues consiste en el amor y la búsqueda de Dios. Pero de tal modo que quien busca no esconda a sus hermanos y hermanas el fruto de su contemplación. Por esta vía, la vida monástica contemplativa también tiene su propia responsabilidad; uno debe compartir la verdad que ha descubierto, y no guardarla para sí solo. De este modo la pura vida monástica no será considerada como una existencia carente de actividad.

Vida activa: un peligro mayor

El carácter altruista de la vida religiosa pide una relevancia mayor en la vida activa, que nunca debe ser un buscarse a sí mismo, sino que debe contribuir al bienestar de los demás. En La Ciudad de Dios Agustín pone al descubierto de hecho su propia evolución. Aunque él dio preferencia a una vida de investigación del divino tesoro como "nada más dulce ni mejor", libre de las perturbaciones en torno suyo, tuvo que hacer frente a las demandas clamorosas de un ministerio activo, pues la iniquidad creciente enfría la caridad de una gran mayoría. La actividad pastoral del sacerdote y del obispo constituye a sus ojos un peligro mayor, porque puede desempeñarse fácilmente con superficialidad de espíritu y resultar infructuosa por la adulación. Conoció a muchos obispos y con frecuencia los juzgaba con severidad, considerándose a sí mismo como sujeto más avisado y humano. Dado que tenía el sacerdocio como un oficio público y social, se veía a sí mismo abocado al interrogante de cómo poner su fe al servicio de los demás con vistas a su salvación, sin pretender con ello ventaja personal alguna, sino únicamente el bienestar de los otros. Jamás deseo, decía, ser un obispo que se sienta en el trono semejante al espantapájaros, que cumple su cometido con estar inmóvil en el campo.

 

Cristiano y ministro

Agustín, por consiguiente, distingue entre ser cristiano y tener un ministerio pastoral. El ser cristiano se le ha concedido en orden a su propio beneficio, pero el ser ministro es dado en interés de los demás, de modo que no hay absoluta separación entre clero y fieles. La primera tarea de ambos es ser buenos cristianos. Con frecuencia Agustín dice a su pueblo: también nosotros somos ovejas juntamente con ustedes, yo soy compañero suyo sirviendo, su compañero obrero en la viña del Señor su compañero discípulo en la misma escuela de Cristo. Y en uno de sus sermones dice abiertamente: ",~Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo que anhelo? ¿Qué es lo que deseo? ¿Por qué hablo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué vivo? Sólo con esta intención, para que juntos podamos vivir con Cristo. En esto compendio mi deseo, mi honor, mi alegría y mi riqueza. Pero yo no quiero salvarme sin vosotros". El ministerio no es asunto de honor o podeç sino de servicio. La expresión "Siervo de los siervos de Cristo" viene de Agustín y fue adoptada más tarde con exclusividad por los papas. Su término favorito para describir esta tarea de servicio es siempre "mochila", la mochila que los soldados han de llevar a sus espaldas. El apostolado es servicio de instruir más que de mandar, de exhortar más bien que de amenazar. Resulta chocante que Agustín describa siempre el cometido del sacerdote o del obispo del modo siguiente: es un servidor de la palabra y del sacramento. Este orden no puede entenderse como accidental, pues Agustín considera la proclamación de la palabra de Dios una tarea más difícil que la de administrar los sacramentos.

María y Marta

Con todo lo importante que sea el trabajo pastoral asumido por amor de Dios y del prójimo, no puede llevarse a cabo sin una vida de contemplación, oración y estudio. Un buen pastor de almas debe prestar oído atento a la palabra de Dios antes de anunciarla. Escuchar la palabra divina constituye un aspecto de la contemplación. Sobre las cumbres del monte, como el apóstol Pedro, el trabajador pastoral recibirá la luz y el alimento espiritual para distribuirlo a los demás. La elegante y hermosa Raquel es para Agustín imagen de la vida contemplativa y Lía, de ojos apagados pero fecunda, imagen del diligente predicador. Lo mismo puede decirse de María y Marta, pero Agustín rehúsa interpretar las palabras de Jesús a Marta "Maria, Maria, te preocupas y te agita.s por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola, María ha elegido la mejor parte" como un reproche: "gómo podría Jesús dirigir un reproche a Marta, contenta por recibir a tan excelente huésped? Si eso fuera un reproche, no habría nadie para cuidar de los necesitados. Todos escogerían la mejor parte para decir: empleemos todo nuestro tiempo en escuchar la palabra de Dios. Pero si esto ocurriera, no habría nadie para atender al forastero en la ciudad, al necesitado de alimento o vestido, nadie para visitar los enfermos, nadie para liberar a los cautivos, nadie para enterrar a los muertos. Las obras de misericordia practicadas en favor de los necesitados son imprescindibles aquí en la tierra"